RINCÓN LITERARIO

Reseña "La costa nostra" Laura Ardila Arrieta

German Alfonso Palacio Castañeda

Germán Palacio

Director CEPAM

Abogado e historiador. Doctor en Historia de Florida International University. Profesor e investigador de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Amazonia. Director del CEPAM.

Laura Ardila Arrieta. La costa nostra. (Bogotá: Rey Naranjo Editores, 2023, 2ª. Edición).

Esta es la historia periodística de lo que la autora llama el “clan político más poderoso de Colombia”. Ese clan llegó a Colombia con pasaporte turco, siendo originalmente de Siria porque cuando migraron todavía era común llamar así a la gente proveniente del Imperio Otomano que se descompuso a fines de la primera Guerra Mundial por haber quedado amarrado a la derrota de los aliados de Alemania.

Habiéndose asentado en Lorica, coloquial e impropiamente conocida como “Lorica saudita” por el origen árabe de buena parte de sus pobladores, la familia Char es cristiana como muchos de estos migrantes que sufrieron persecuciones durante el imperio otomano. Estos migrantes, de los pocos que se atrevieron a instalarse en Colombia y hacerla su patria, se constituyeron lenta y laboriosamente en una poderosa familia de empresarios costeños que prefieren buscar fortuna en Barranquilla, la ciudad que acabó siendo la mayor de la costa Caribe desplazando a Cartagena desde fines del siglo XIX.

La escritora nos advierte desde el principio que este es un trabajo de investigación periodística. En el Epílogo, por si las dudas, aclara que no pretendió elaborar “un recuento pormenorizado de rendición de cuentas, ni una historia empresarial llena de números fríos, ni mucho menos un expediente judicial” (pg. 207). Evidentemente, el libro no es nada de lo anterior, aunque sí podría servir de base para levantar un expediente judicial, así no quiera sustituir a los jueces porque hay muchas historias relatadas que bien pueden servir de base para pesquisas judiciales y para construir un expediente. Por ahora, digamos que la autora se mueve solamente en el tribunal de la opinión pública.

La trayectoria de los Char la podríamos sintetizar como la de una familia convertida en un clan, que se erige como una empresa, que se afianza como un emporio y que, finalmente, salta a ser un imperio. En este último caso, a diferencia del anterior, mientras el emporio hace relación a un aspecto económico, la dimensión imperial es francamente política. O, es el resultado de la amalgama de negocios con política y viceversa.

Empezando pequeños, con tácticas inventivas de comerciantes árabes milenarios, lograron, casi desde cero, crear una de las empresas más boyantes del país: La Olímpica. Pero saltaron al mundo de los deportes, en uno de los ámbitos culturales y económicos más poderosos del mundo: el fútbol. Se volvieron los dueños del Junior de Barranquilla. Ambas empresas deberían atestiguar la pujanza económica de estos empresarios que engarzaron sus negocios creando las bases de una influencia cultural innegable en la región con el fútbol profesional. Pero al emporio le hacía falta la geopolítica.

Aunque el libro recoge casi una centuria de historia del “clan” Char es más investigación y estilo periodístico que historia académica. Eso se ve reflejado a veces en el libro ya que frecuentemente la autora privilegia una narrativa coloquial sobre, por ejemplo, la cronología. Eso puede estar bien para un público amplio, pero un lector detallista se puede perder en la secuencia de los acontecimientos. Por ejemplo, para entender el salto de la empresa económica a la política, es difícil seguir los pasos porque hay brincos narrativos hacia adelante y hacia atrás en el tiempo. 

Aparentemente, Fuad Char, el patriarca, ya tiene conexiones con la política tradicional que en los años 1970 le permiten hacer parte de un contexto dominado por los partidos liberal y conservador. Char está entroncado con los liberales y probablemente el expresidente Julio César Turbay Ayala es uno de sus aliados o mentores. Sin embargo, el capítulo dos, que empieza a narrar la “entrada en política” (pg. 45) propone que, de Gobernador, Char hace una alianza que primero lo relaciona con el M-19 implicando que ocurrió una traición al otro gamonal político de la Costa, de origen árabe de Sincelejo, José Name Terán. Subsecuentemente, apoya al sacerdote paisa Bernardo Hoyos, un cura chabacano, mal hablado e influido por la Teología de la Liberación, quien trata de barrer a la clase política tradicional de la costa lográndolo por un tiempo. 

Aunque Char no tenga un pelo de izquierdista, según dice la autora, nada le impidió aliarse con el M-19 y con Bernardo Hoyos y traicionar a José Name Terán. Lo que la autora titula como “traición” (Cap. 2) es el oportunismo político que suele tener la política electoral en la Costa Caribe y en Cafarnaún: nada muy raro.

De ahí, el libro se concentra en narrar las triquiñuelas, apuestas riesgosas, conflictos y malabarismos políticos en Barranquilla y el departamento del Atlántico. Algunos de esos elementos insinúan aspectos insuficientemente probados, pero delicados. Por ejemplo, el capítulo 3, que se propone como antecedente del imperio Char, se titula: “un rastro (el resaltado es mío) de paramilitarismo y narcotráfico que no se conoce”. De hecho, hay una sección en que se menciona que ya a fines de los años 1990, en Barranquilla estaba metida gente de Medellín del grupo de Don Berna y de los narcos de Cali, que supuestamente los había autorizado Jorge 40, el célebre para-militar del norte de la Costa. En aquella época, ya empezaba a dominar la política nacional Álvaro Uribe, quien se convirtió en el referente y en el contexto en el cual todos los políticos del país tuvieron que navegar, muchos de ellos yendo a la cárcel, no así los Char, o siendo perseguidos, aunque la autora propone que sí existe un Char parapolítico: David Char Navas (Pg. 92).

Pasados estos antecedentes o, quizás más fortalecidos por haber sobrevivido con éxito la era Uribe, el Capítulo 4 y 5 narra la hegemonía de los Char con el paso de un patriarca que empezó a manejar los hilos del poder desde la sombra, traspasando el protagonismo a sus hijos, particularmente, a quien hoy lo identificamos como ese joven magnate y político costeño que usa una cachucha de beisbol, al estilo Trump, pero un poco roída, en un estilo chabacano, pero simpático. De allí el texto da el salto actual de la política local y departamental a la nacional a través de una cultivada y estratégica relación con Germán Vargas Lleras y Juan Manuel Santos, salpicada por problemas relacionados con la multinacional brasilera de Odebrecht, pero dejando atrás la era Uribe.

Así, la historia continúa como un proceso de consolidación en la política nacional. El cuento se entronca entonces en un capítulo de mucha publicidad y atractivo periodístico y para las redes sociales, ya que se entromete en el cierre del texto: el factor Aida Merlano. La célebre, exitosa y buena moza congresista barranquillera, quien tiene una carrera política meteórica y que el libro lo ofrece con el título “Lo que diga Aidita”, citando una frase de otro político costeño, esta vez el conservador Roberto Gerlein, quien era el contrapeso para los liberales y para los Char. Este es el mismo que le pidió al papá de Aída, una chica proveniente de un barrio más bien popular, que se la separara, que se la guardara para cuando estuviera más grandecita, que él se la cuidaría, consentiría y protegería, siendo que le llevaba más o menos 40 años, el muy sinvergüenza. Gerlein logró consolidar una relación extramarital emocionante, inconveniente, pero bien tolerada socialmente, para las últimas décadas de su exitosa vida política.

A la sombra de Gerlein y con una relación de amor-odio con Álex Char, Aida pudo desplegar su bien desarrollado instinto político y capacidad empresarial para la compra de votos, que la condujo hace menos de una década a parar a la cárcel, primero; luego a escaparse en un episodio cinematográfico de un consultorio odontológico ayudada por su hija; a ser capturada en Venezuela en un tercer momento, y luego, a regresar a Colombia recientemente, cargando buena parte de la culpa mediática de la corrupción política costeña.

Recordando los trazos desgarradores de la novela de la barranquillera Marvel Moreno, En Diciembre llegaban las brisas, la más escalofriante novela sobre el machismo costeño de la segunda parte del siglo XX, no debería sorprender que la maleante de toda esta historia acabe siendo Aída Merlano y no Roberto Gerlein, ni Álex Char, ni ninguno de los habilidosos políticos costeños. Pero tampoco las mujeres de alta sociedad de la costa que, probablemente, podrían estar celosas u ofendidas por el éxito meteórico de la Aída en política y en amores tortuosos, con galanes bien conectados socialmente.

Tiene razón Laura Ardila al decir en el Epílogo que se trata todavía de “un relato que sigue abierto”. Claro que es una historia inconclusa cuyo nuevo episodio más reciente es paradójico, quizás. Eso a juzgar por el éxito arrasador de Alejandro Char en las últimas elecciones de octubre de 2023 en las que logró el 73% de los votos para alcalde en Barranquilla, cuando la publicación del libro de Laura Ardila ha tenido ya éxito comercial, pero el efecto de su publicación en medio de un escándalo con la Editorial Planeta no parece haber conducido a socavar el prestigio político de los Char en su tierra que se podría generar por el éxito del libro de La Costa Nostra.

La historia también está inconclusa por otra razón: no se encuentran las voces de los Char porque la autora dice que no respondieron o no se dejaron entrevistar para contestar a sus preguntas o a sus hallazgos. Tiende uno a veces entender el sentimiento de los Char sobre que la investigación tenía los dados cargados o algunas veces se siente así: por ejemplo, el uso de la idea de “clan” para referirse a una familia costeña de origen árabe, cuando es normalmente utilizada como una forma premoderna de poder suena raro cuando no se habla del mismo modo de familias en el poder como los López, los Lleras, los Pastrana, los Uribe, los Valencia o los Samper. Adicionalmente, aunque Laura Ardila encuentra la relación bien marcada entre negocios y política, no es algo exclusivo de la Costa Caribe, por lo que valdría la pena colocar esa advertencia de contexto.

Por último, no debe ser despreciable que unos migrantes esforzados y exitosos hayan obtenido unos logros que la población de Barranquilla aprecia en la actualidad, por ejemplo, sus logros empresariales o la construcción del malecón, cuando Barranquilla era una ciudad con muchos recursos, pero con condiciones de infraestructura detestables que se destruía en cada aguacero y sufrían sus pobladores de sed, un notable entorno de atraso y desigualdad social.

La trayectoria de estos migrantes no debe ser despreciada y los logros no deben ser subestimados con prejuicios bogotanos que también son poderosos, por su permeabilidad ideológica, sin importar si uno nace en la Costa, en Tolima, en Santander o en el Amazonas. De lo contrario, nunca entenderemos que, a pesar de todos los hechos detestables de corrupción, ellos sean recompensados por la población y considerados como verdaderos logros. Acaso, ¿cómo explicar el éxito electoral de Alex Char, o todo debe atribuírsele a la compra de votos?” Perdón por la autora y quienes la apoyan en La Silla Vacía, pero no: se requiere de una explicación más profunda, refinada y menos prejuiciada. Algo se puede entender cuando, parafraseando a la autora, ella titula la Introducción como una historia de casi cien años y de ocho de su propia obsesión periodística.

A veces las obsesiones son necesarias para sacar adelante los proyectos en que uno se embarca, pero traicionan cuando uno se deja enturbiar el entendimiento. Puede no ser el caso de Laura Ardila. No quiero implicar y no quisiera que nadie piense que las inquietudes aquí formuladas significan que el libro no sea un trabajo periodístico independiente y serio, que narra, no simplemente la historia de la Costa Caribe Nostra, sino que sirve como invitación a mejorar nuestros análisis sobre la articulación entre la política local, regional y nacional en el cambio de siglo del XX al XXI. Lo importante no es que los libros no tengan críticas, sino que ellas nos puedan servir de base para entender mejor, en este caso, nuestra propia realidad política. Por eso, a pesar de mis interrogantes, invito a todos los interesados a leerse el libro y a juzgar por su propia cuenta.

Leticia, 5 de Diciembre de 2023

Laura Ardila Arrieta. La costa nostra. (Bogotá: Rey Naranjo Editores, 2023, 2ª. Edición).

Autor: Germán Palacio. Profesor Titular, Universidad Nacional de Colombia. Director Centro de Pensamiento Amazonias, CEPAM

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