Octava sesión: Diplomado La Paz No Tiene Tregua

Memorias Sesión 8, 14 octubre 2022.

La sesión estuvo dedicada al volumen étnico del informe, RESISTIR NO ES AGUANTAR. Violencias y daños contra los pueblos étnicos de Colombia, con la participación de Fernando Vargas Valencia, abogado especialista en Derechos Humanos del CODHES, Margarita Chaves, antropóloga e investigadora del ICAHN, Charo Mina, trabajadora social y feminista decolonial antirracista del PCN, Daniel Maestre, comunicador social kankuamo y Juan Felipe Hoyos, antropólogo e investigador del ICANH.

El volumen de más de 700 páginas, está acompañado de anexos y materiales audiovisuales incorporados en la página web de la Comisión, que contiene, entre otras cosas, la presentación de la metodología que permitió la elaboración del documento, presentando los procesos de consulta previa realizados para coordinar y desarrollar el trabajo en los territorios, la realización de las entrevistas, individuales y colectivas, así como la entrega de informes que diversas organizaciones étnicas del país entregaron a la Comisión.

El volumen se articula con los otros del informe, principalmente, con el que abordamos unas semanas atrás, dedicado a las mujeres y población LGTBIQ+, subrayando así las interrelaciones entre racismo, patriarcado, discriminación y conflicto armado; igualmente, se conecta con el volumen que ahondaremos la próxima semana, el territorial y por último, vale la pena resaltar la lectura en paralelo con el texto de Hallazgos y Recomendaciones, donde se hacen consideraciones específicas, en el caso de la Justicia, para el fortalecimiento de una mejor articulación entre las justicias propias de los pueblos étnicos y la justicia ordinaria, así como la promoción de mecanismos que favorezcan la negociación de conflictos territoriales desde una perspectiva de gobernanza intercultural.

Algunas cuestiones que van resaltadas del volumen:

1. El volumen étnico cuestiona la temporalidad para el esclarecimiento concebida por la Comisión, entre 1958 y 2016, insistiendo en cambio en la necesidad de una perspectiva de larga duración de la violencia contra los pueblos étnicos, anclada en el trato colonial y el racismo estructural y que en forma sistemática y continua ha afectado los cuerpos, las vidas, las comunidades, las culturas y los territorios de los pueblos étnicos.

2. De acuerdo con dicha premisa, los ejes de investigación que sustentaron el desarrollo de este volumen fueron los siguientes:

  • Relación Estado-Nación y Pueblos Étnicos
  • Racismo y Conflicto Armado
  • Economía política del conflicto armado
  • Violaciones e impactos del conflicto armado sobre los pueblos étnicos
  • Resistencias y aportes a la paz.

3. Enfatiza en la violencia desproporcionada y deshumanización sufrida por los pueblos étnicos, como consecuencia del conflicto armado, y de la cual son responsables el Estado colombiano, los actores armados, los civiles que se han enriquecido con la violencia.

4. Subraya los daños diferenciados a los pueblos étnicos en el marco del conflicto y que tienen que ver con: daños a la integridad cultural, daño individual con efectos colectivos, daños por racismo y discriminación racial, daños colectivos. Emergiendo con gran fuerza la consideración de que el territorio también ha sido una víctima del conflicto.

Lectura reflexiva y colectiva del volumen

Fernando Vargas inició su presentación reconociendo que haría una lectura parcial, dado que participó en la escritura del texto. Para él, el volumen étnico, contribuye a la historiografía decolonial en cuanto evidencia las violencias sufridas por los pueblos étnicos desde la óptica del continuum de violencias; o bien, cómo las violencias ejercidas en el marco del conflicto armado se sustentan en el trato colonial y el racismo estructural que ha afectado y sigue afectando a los pueblos étnicos en el país. Igualmente, el volumen va leído en clave del reconocimiento de las luchas y resistencias que adelantan por años estos pueblos por responder a dichas violencias, así como por contrastar el racismo y las variadas discriminaciones.

Para Vargas es importante considerar el rol del extractivismo en las violencias cometidas contra los pueblos étnicos, los diversos daños que proyectos económicos, políticas de Estado, megaproyectos de multinacionales han producido en sus territorios, en sus proyectos de vida, en sus formas organizativas. No solo los actores armados, sino que las multinacionales y el Estado colombiano deben reconocer entonces dichas responsabilidades, empezando por cómo el mismo Estado ha permitido la institucionalización del despojo a través del desconocimiento de los derechos de los pueblos étnicos.

Fernando señaló la importancia de que para la mejor comprensión de la relación entre actores armados y extractivismo fueron considerados en el volumen 17 corredores que agrupan macroterritorios étnicos, donde ha imperado la militarización y la confrontación de los grupos armados que disputan las rentas de economías extractivas legales e ilegales y donde reina la impunidad.

Margarita Chaves reconoció el gran trabajo realizado por la Comisión y la posibilidad de hacerle críticas. Chaves, evidenció su posición como etnógrafa y desde allí consideró que en el texto no están presentes las voces de las personas, sus testimonios, o no como ella esperaba, dado que la Comisión dio tanta centralidad a la escucha en su metodología de trabajo.

Las principales críticas de Chaves al volumen, cuestionan, por un lado, la excesiva homogenización que se hace de los sujetos étnicos y de las violencias sufridas enmarcada en la perspectiva del continuum de violencias. Para ella es interesante que se haya recalcado dicho eje para la mejor compresión de las afectaciones vividas por dichas poblaciones en un marco temporal más amplio, que incluye la conquista, la colonización y la esclavitud. Sin embargo, advierte Chaves, a lo largo de la historia ha habido transformaciones en las violencias ejercitadas y, sobre todo, en las formas cómo las poblaciones étnicas se han posicionado ante éstas; una cuestión que remite a una interesante pregunta sobre cómo se produce la diferencia étnica racial, cuya complejidad no logra ser solo comprendida desde el discurso decolonial.  

El segundo punto que cuestionó Chaves es que se hace demasiado énfasis en víctimas y poco en las agencias de los sujetos, lo que resulta fundamental en una lectura del volumen con perspectiva de futuro. En ese sentido, dijo Chaves, me hubiera gustado encontrar más casos que ahondarán en cómo la gente que sale desplazada, o la que se queda en los territorios negocia con los actores armados, con las instituciones del Estado, con sus vecinos, con ONG, diversas posibilidades para poder seguir viviendo.

Para Chaves, por ejemplo, en los macroterritorios evidenciados en el volumen, no se logra saber nada sobre la gente que vive allí y sobre cómo agencian lo que ocurre, que además varia de territorio a territorio, existen variadas contradicciones y ambigüedades en los procesos. El mismo extractivismo, añade la investigadora, es percibido en modo diverso por las organizaciones étnicas, abrazado por unas, rechazado por otras, lo que nos lleva nuevamente al punto sobre lo poco esclarecedor que resulta enmarcarse en perspectivas que homogenizan los diversos contextos territoriales, las organizaciones políticas étnicas y los actores sociales.

Discusión primer segmento:

Frente a las cuestiones planteadas por Chaves, Fernando Vargas respondió diciendo que construir un documento que considere todas las particularidades de los pueblos étnicos del país en el marco del informe de la Comisión de la Verdad, es una tarea difícil, y por eso se decidió producir un relato emblemático y de contextos explicativos con la intención moral de abarcar diversas historias que permitieran pensar el futuro. Para aquellos que como Vargas estuvieron encargados de la escritura del volumen, era importante el carácter pedagógico del mismos, en modo tal, que la juventud y la sociedad colombiana sea consciente de cómo ha habido una institucionalización del racismo y del despojo en el país, a través de leyes que han favorecido la expropiación de territorios habitados por gente negra o indígena a favor de empresarios, políticas económicas y megaproyectos.

En la discusión también fue considerado el hecho de que las críticas que se hacen al informe pueden proyectarse como tareas por hacer, por investigaciones que permitan seguir indagando e enriqueciendo lo producido por la Comisión.


Discusión Segundo segmento:

El segundo segmento inició con la presentación de la líder del Proceso de Comunidades Negras, Charo Mina. Charo recalcó que el lema, Resistir no es aguantar, que le da el título al entero volumen, fue un mandato que salió en un encuentro del PCN, en un período de álgida violencia en los territorios habitados principalmente por gente negra. Y con ese lema, querían subrayar precisamente su agencia y todo lo que ellos han transgredido, retomando así uno de los puntos señalados por Margarita Chaves. Mina concuerda con la percepción de que al volumen le faltó visibilizar mejor las variadas formas cómo las comunidades negras han respondido a las violencias y cómo han recreado sus existencias, pero, admite, que parirlo fue un proceso bien complejo, en cuanto implicó desempolvar la cuestión del racismo en el país y explorar sus conexiones con el conflicto armado. Por eso, para ellos, es importante que este capítulo exista, pues pensar las víctimas negras en clave de racismo fue un gran esfuerzo y se convierte además en una herramienta para seguir trabajando con la JEP y para el reconocimiento de los daños históricos contra el pueblo negro.

Para Mina, la crítica sobre cómo son homogenizados en el volumen los sujetos étnicos y de las violencias sufridas es legítima, pero, en sintonía con Vargas, cree que lo importante allí es que el enfoque étnico haya tenido un lugar tanto en los Acuerdos de Paz, como en el informe de la Comisión. Lo importante era lograr que se contemplará el racismo, las discriminaciones históricas y su relación con el despojo territorial, pero también con el exterminio físico y cultural de dichos pueblos, o, como insistió Charo, con el riesgo de la aniquilación de su existencia.

Para Charo, al volumen si le faltó explorar las relaciones de poder que tuvieron efectos devastadores sobre la autonomía y el ejercicio político de los pueblos étnicos, explorando mejor el hecho de cómo por ejercer su autonomía política y organizativa fueron convertidos en enemigos de guerra y cómo los mismos modos asistencialistas del Estado continúan a tener efectos negativos sobre sus procesos organizativos.

En modo agudo, Mina, afirmó que lo que la guerra les ha dejado es un daño profundo que podría expresar en términos de vaciamiento de la dignidad del ser. Siguiendo a Aurora Vergara, Mina siente que el ser negro, a través del horror, ha sido vaciado y llenado de otras cosas, muchas de éstas, cargadas de formas agresivas y violentas de relacionamiento social que resultan difícil reparar. Para explicarse, usa un ejemplo desgarrador sobre cómo los jóvenes negros matan con la misma sevicia con las que fueron asesinados sus familiares.

Al cierre de su charla, Charo insistió en la necesidad de seguir profundizando en perspectivas interseccionales decoloniales para entender los daños y violencias estructurales que los pueblos étnicos han vivido, que pesan igualmente sobre el territorio, los ríos contaminados, las prácticas rituales y colectivas.

La conversación continúo con Daniel Maestre, Indígena kankuamo, comunicador e investigador de los conocimientos ancestrales. Cercano a la perspectiva planteada por Charo, Maestre considera que la guerra en Colombia ha sido en gran medida una guerra cultural radicada en el racismo contra los pueblos étnicos y que, si bien, el volumen toca esa cuestión, no la profundizó mucho como causas de la guerra.

Daniel nos contó que en reuniones mantenidas en su comunidad han recibido el informe y se han preguntado, y ¿ahora, qué hacemos con eso? ¿qué hacer con esa verdad? Han pensado que es difícil hablar de una sola verdad, más bien reconocen que hay muchas verdades relacionadas con esas violencias; sintieron igualmente que solo están los testimonios de reconocimiento por parte de actores armados, pero poco de quién comandó esas políticas de muerte, incluyendo el mismo Estado.

Las preguntas que nos hemos hecho, continúo Maestre, las examinamos a la luz del tema del despojo territorial, sobre cómo nos sentimos confinados en pequeños espacios de tierra habitados por familias que crecen y que tienen gran dificultad para mantener su autonomía alimentaria. Igualmente, lo han contemplado en el tema de la descomposición social y las fragmentaciones internas que se manifiestan en modo particular entre los jóvenes. Sienten que uno de los daños más devastadores que han sufrido por el conflicto, ha sido el asesinato de los mamos, y con ello, las posibilidades de contar con mecanismos propios para controlar las desarmonizaciones a nivel espiritual que se viven es las comunidades, donde viven kankuamos desmovilizados de la guerrilla, de los paramilitares, de los militares.

Para nosotros, recalcó Daniel, no existe el perdón por decreto, así que internamente han avanzado hacia propuestas como la del odio respetuoso, mientras que el perdón se coloca en prospectiva de fututo para que la próxima generación pueda agenciarlo. De la mima manera, están concentrados en hacer sus investigaciones propias, como la que está desarrollando el mismo Maestre sobre el significado de las pérdidas culturales, de la muerte de los mamos o de la alteración de los sitios sagrados.

Finalmente, Juan Felipe Hoyos, antropólogo e investigador del ICANH, hizo su lectura del volumen, contándonos su participación en el informe que la organización de indígenas awá presentó a la Comisión de la Verdad. Hoyos inició con una cuestión importante que había sido afrontada en las primeras sesiones dedicadas a producción del informe. Y que tiene que ver con las difíciles condiciones materiales para realizar este tipo de trabajos, mucho más si son atravesadas por una pandemia, el poco tiempo y la persistencia del conflicto.

El informe presentado por los indígenas awá quiso abordar las afectaciones que ha tenido su gobierno propio y eso los llevó, en clave de lectura del continuum de violencias, hacer un recorrido histórico desde la conquista.

La realización de ese informe le permitió a Hoyos profundizar algunas cuestiones que ya venía ahondando y es desde allí que interroga el volumen étnico. Como primer punto, Hoyos, en sintonía con Chaves, cuestionó que la mirada del conflicto que predomina en el texto no permite comprender su complejidad. Por ejemplo, no entra a indagar mucho sobre cómo los conflictos no son una exterioridad de la sociedad, sino que hace parte de la sociedad e interactúa en y dentro de ella. En ese mismo sentido, agregó Hoyos, se da por sentado la premisa de que, a mayores recursos naturales, mayor violencia, naturalizando así la violencia en algunos territorios y pasando por alto el hecho de que el extractivismo es también un campo donde se conjugan relaciones sociales que lo permiten, o no, y que se desarrolla, o no, en formas violentas.   

Para Juan Felipe resulta peligroso que el volumen esencializa las categorías étnicas, sobre todo desde el marco del derecho; para él, resultaría más interesante pensar la violencia contra las diferencias, más allá de lo étnico racial, pues, ha habido también masacres horribles de campesinos, y el punto que los acomuna es su peligrosa diferencia como supuestos insurgentes.

Hoyos también insistió en que para la mejor comprensión de los daños se podría haber hecho una mejor articulación con las respuestas creativas da la gente, que, incluso en condiciones de mucha violencia, logran emerger en variadas formas.

El último punto que abordó Hoyos tuvo que ver con el gran reto que aún tiene el Estado colombiano por tomarse en serio lo diferencial, empezando por sus prácticas y lenguajes.  

Debate segundo segmento

Las preguntas y comentarios realizados se concentraron en la cuestión de la necesidad de análisis y perspectivas interculturales a la hora de comprender el conflicto armado, los conflictos territoriales, las respuestas que la gente hace y las acciones del Estado. Charo insistió, por ejemplo, en que la justicia restaurativa y transicional debe avanzar hacia procedimientos que no sean los mismos que aplica la justicia ordinaria, considerar, por ejemplo, ¿cómo se restauran los daños espirituales?

La consideración planteada por Hoyos sobre la superación de las categorías étnicas para la mejor comprensión de cómo opera el conflicto armado y cómo se agencian las violencias, generó cierta perplejidad. Para algunos participantes, igual que para Charo Mina y Fernando Vargas, es necesaria la insistencia de las categorías en el volumen porque permite la diferenciación de los daños que los pueblos étnicos han sufrido y que exigen reconocimiento y reparación.

Vale la pena recordar que este punto sobre la separación de los sujetos en categorías, ya había sido colocado por la investigadora Liliana Chaparro, en la sesión dedicada al volumen de género, en el cual se dividían en dos segmentos las mujeres de las personas LGTBIQ+ sin que hubiera mayor interlocución entre las das partes. Si bien en el volumen étnico hay más diálogo entre las realidades de los pueblos indígenas, negros, raizales, palenqueros y Rrom, genera inquietud, sobre todo en clave de futuro, el hecho de que no sean consideradas las diversas interrelaciones culturales y sociales producidas en el contexto de la guerra y en las formas cómo se responden y tramitan las violencias.

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