Novena sesión: Diplomado La Paz No tiene Tregua

Memorias sesión 9, 21 octubre 2022

La sesión estuvo dedicada al volumen Colombia adentro. Relatos territoriales sobre el conflicto armado y en la conversación participación Germán Palacio, profesor de la Universidad Nacional y director del CEPAM, Lina María Hurtado, investigadora del CEPAM, Benhur Teteye Botay, indígena de madre Uitoto y padre Bora y Carlos Duarte, profesor de la Universidad Javeriana de Cali.

Este es un volumen que se divide en 14 libros, uno introductorio, uno dedicado al campesinado, otro a las dinámicas urbanas y los restantes 11, corresponden a los territorios concebidos por la Comisión para realizar el proceso de investigación y esclarecimiento de las dinámicas del conflicto armado desde una perspectiva territorial. Vale la pena subrayar que, para sus análisis, la CEV asumió el territorio como un proceso construido, subrayando su condición dinámica, su heterogeneidad y el reconocimiento de sus fronteras como móviles y fluidas. Identificó de esta manera 11 unidades territoriales:  Amazonía; Antioquia, sur de Córdoba y Bajo Atrato chocoano; Caribe; Eje cafetero; frontera nororiental; Magdalena Medio; Nariño y sur del Cauca; Orinoquía; Pacífico; región Centro; y Valle y norte del Cauca, que no se limitaron en las fronteras político-administrativas de cada departamento, sino contemplaron articulaciones entre historias y geografías, así como las dinámicas de expansión del conflicto armado.

Una premisa importante que desarrolla la CEV en este volumen es cómo el conflicto armado interno está plenamente relacionado con el modelo territorial del Estado colombiano, heredado de la colonia y configurado en medio a disputas entre élites progresistas y retardatarias que limitaron la inclusión política de territorios y grupos subordinados, especialmente en la ruralidad colombiana y las periferias urbanas. De la misma manera, la Comisión evidenció cómo el conflicto no se vivió de la misma manera, ni se desarrolló en modo simultáneo en todos los territorios del país, por lo que cada texto territorial inicia con una fecha diferente, algunos desde la Colonia, otros en el siglo XIX o XX, otros, en períodos más recientes.

Algunas cuestiones importantes abordadas en los diversos textos son:

  • Las historias territoriales sobre la presencia e intensidad diferenciada de la guerra en los territorios.
  • Las cartografías y los órdenes territoriales –regionales, urbanos, rurales, las escalas, los núcleos y corredores– que se han configurado en más de medio siglo de conflicto armado.
  • Las interrelaciones de los grupos armados con los actores y autoridades territoriales, las instituciones del Estado y las dinámicas económicas y culturales.
  • El campesinado ha sido la principal víctima del conflicto armado. Los territorios
    campesinos fueron los escenarios de la guerra y las comunidades campesinas fueron estigmatizadas, criminalizadas y desconocidas como sujeto político, cultural y de derechos.
  • Reflexiones sobre el modelo de ordenamiento territorial que necesita el país para avanzar en la reducción de las desigualdades territoriales y en la perspectiva de la No repetición.

Reflexión colectiva del volumen:

En su introducción al primer segmento de la sesión, John Jairo Cárdenas quiso subrayar la premisa de que la comprensión de la violencia en Colombia pasa por entender la configuración del Estado en los territorios. Y para él, esto significa trascender aquellos prismas analíticos que consideran que Colombia es un Estado fallido, cooptado por élites criminales, y más bien, siguiendo a teóricos como Norbert Elías y Michael Maan profundizar en la cuestión de que cualquier Estado difícilmente logra consolidarse territorialmente, siendo una dificultad intrínseca de los proyectos de construcción del Estado Nación.

El punto está entonces en comprender mejor cómo los Estados se expresan y actúan en los variados territorios. Este Volumen, observó Cárdenas, resulta ser muy importante porque prioriza el enfoque territorial para entender las interrelaciones del conflicto armado con las formas cómo el Estado colombiano se ha imbricado con poderes locales y regionales en conveniencias que han permitido el mantenimiento de privilegios y produciendo profundas desigualdades en el goce de derechos y bienestar para una importante parte de la población.  

Germán Palacio compartió con Cárdenas la importancia de reconocer el valor del trabajo producido por la Comisión, considerando además el poco tiempo disponible y la complejidad de la cuestión abordada, en torno a la producción de la verdad.

Para Palacio, la CEV logró crear un texto polifónico, que superó la dimensión de un texto académico, para volverse un imponente cuerpo textual y transmedia, novedoso incluso frente a lo producido por otras Comisiones de la Verdad en el continente latinoamericano.

Resaltó además que el volumen territorial es un interesante ejercicio multiescalar que facilita la comprensión del análisis territorial del conflicto en dinámicas de flujos y movimientos entre zonas bisagras, corredores, departamentos y municipios.

Palacio resaltó igualmente algunas dificultades que encontró en la construcción del texto. Como primera cosa, no está de acuerdo con el uso indiscriminado de los conceptos de territorio y región, como si significaran lo mismo. Segundo, el libro sobre el campesinado pudo haber sido mejor articulado con cada uno de los textos dedicados a los territorios y no ser considerado un texto más. Tercero, el punto de la paz territorial debió haber sido el eje argumentativo articulador de todo el volumen y no sólo un enunciado más de las cuestiones abordadas.

Palacio compartió además unas cuestiones sobre el volumen Amazonía. Desde su punto de vista, el inicio del texto es fatal, pues reproduce esa idea de que la Amazonia es un lugar inaccesible, un lugar vacío; una idea problematizada por los mismos habitantes indígenas de la selva, así como por estudios arqueológicos e históricos que han documentado la antigua presencia humana en la región Amazónica.

Germán, criticó, además, que en el texto no se hubiera evidenciado el despojo violento de la Amazonía ejercitado en modo jurídico, cuando en 1959 toda la Amazonia fue declarada zona de reserva forestal. Lo que no solo desconoció los derechos territoriales de los pueblos indígenas, sino que llevó a miles de campesinos a colonizar dichas tierras, sin mayor acompañamiento estatal, ni garantía de buenas condiciones de vida. Para Germán, esa ley fue un modo imperial de ocupar territorios, que no por caso eran llamados territorios nacionales.

En su presentación, Lina María Hurtado, se interesó en indagar la noción de territorio que usa la Comisión, con particular atención en los libros dedicados a la Amazonia y la Orinoquia. Ella considera que en el texto introductorio se hace un conceptualización interesante, definiéndolo como espacio producido en el marco de las relaciones sociales; sin embargo, advierte Hurtado, esta noción de territorio no logra percibirse en el desarrollo metodológico y narrativo de los textos, o mejor, si bien hay avances en mostrar esos flujos, movimientos y trayectorias solo se hace en relación con los actores armados y poco sobre las territorialidades que los indígenas, o los pueblos negros y campesinos crean y reinventan para poder vivir o sobrevivir en medio a la guerra.

Para Lina, la atención sobre los ordenamientos territoriales que la gente produce y recrea son fundamentales para concebir el horizonte futuro en clave de paz, en cuanto, son los pueblos, la gente, la que hace las paces en el cotidiano, quienes habitan los espacios. Hubiera sido importante ver desarrollada en el volumen, la noción de territorios para la vida que en los últimos tiempos ha sido posicionada políticamente por diversos movimientos sociales y de pueblos étnicos.

Hurtado resaltó igualmente la importancia de explorar el conflicto armado como un conflicto territorial, lo que permite pluralizarlo y contemplarlo desde diversas escalas: regional, local, cotidiana; un asunto que para ella debe seguir siendo indagado y profundizado.

Una ausencia que Hurtado percibió en el volumen, fue la cuestión de cómo el conflicto ha transformado los paisajes, un tema que ha sido abordado por diversos investigadores y por el mismo Centro de Memoria Histórica.


El segundo segmento inició con la charla de Benhur Teteye Botay, quien quiso subrayar cómo los pueblos de Gente de Centro, no hablan de re-existencia, sino de vivir la palabra del Creador, siguiendo los preceptos de la palabra, obra y pensamiento dirigidos hacia el cuidado de la vida.

Benhur fue crítico al señalar que el informe de la Comisión fue hecho principalmente por académicos, lo que es parcialmente cierto, porque también participaron personas de organizaciones, así como indígenas académicos. Sigue siendo igualmente válido preguntarse por el hecho de cómo la Comisión se relacionó con diversos sistemas de pensamiento a la hora de comprender el conflicto armado. Por ejemplo, Benhur, anotó que para ellos el territorio amazónico es concebido como redes de conocimiento manejadas por los diversos pueblos indígenas que allí habitan. No se concibe solamente desde su materialidad, sino que implica complejas interrelaciones entre variados seres, humanos y no humanos. Esa noción, ¿logra ser incorporada en el texto?

Respecto al libro, Amazonia, Benhur afirmó que la primera verdad que debió haber sido afrontada, era que la Amazonia ya estaba habitada y ordenada cuando el Estado colombiano llegó con sus leyes y normas de ordenamiento territorial. Para él, el libro debió desarrollar más las violencias relacionadas con el no reconocimiento por parte del Estado de las figuras territoriales indígenas, como ocurre con la no implementación de la Jurisdicción Especial Indígena. El libro dedicado a la Amazonia no contempló esa importante cuestión; se dedicó, según Benhur, a escudriñar verdades ya conocidas.

En su intervención, Carlos Duarte quiso rescatar que el volumen logró reconocer patrones de violencias desde diversas escalas, lo que constituye un avance importante en la comprensión de la dimensión territorial del conflicto armado. De la misma manera, advirtió que el texto permite develar muy bien, en clave del conflicto, cómo el Estado colombiano se ha construido en modo diferenciado dependiendo de la región.

Duarte también encontró interesantes los análisis presentes en el texto sobre los diversos órdenes territoriales existentes alrededor de los poderes políticos regionales, las expansiones de las insurgencias y los paramilitares, los despojos de tierras, el crecimiento de las ciudades y las economías que alimentan la guerra, como los cultivos de coca.

Para él, como para Hurtado, faltó una mayor atención a lo ocurrido después de los despojos de tierra; se hubieran podido producir más mapas y relatos sobre las transformaciones de los paisajes producidos por la guerra, paisajes que se ocuparon con monocultivos de palma de aceite, banano, títulos mineros y ganadería.

Así mismo, Duarte consideró que no fueron concebidos en el volumen índices de las violencias desde parámetros interculturales; ellos mismos, como Instituto de Relaciones Interculturales, le habían propuesto a la CEV incorporar un índice para estimar las afectaciones sobre poblaciones étnico-campesinas, que finalmente no fue incorporado. Una cuestión que, en su criterio, amerita mayor atención e investigación.

Debate

En el debate surgió una pregunta sobre por qué los 17 corredores territoriales contemplados en el volumen étnico, no aparecen articulados con las unidades territoriales concebidas en el volumen territorial. Esa lectura cruzada hubiera permitido entretejer conexiones entre las realidades del campesinado y de los pueblos étnicos, como ha sido señalado por diversos investigadores en sus intervenciones en el diplomado.

Una pregunta del público ahondó sobre el reciente acuerdo firmado entre el gobierno Petro y Fedegán para la compra y distribución de tierras entre campesinos. Carlos Duarte respondió que sin duda se trata de un importante paso, que, pero, implica diversas cosas; por un lado, ese acuerdo depende del éxito de la aprobación de la reforma tributaria, y, por otro lado, una distribución más equitativa de la tierra implicaría que el acuerdo fuera ampliado a otros sectores, como los cañeros, palmeros, bananeros, estando además atentos a que no sean aprovechados por los sectores agroindustriales de siempre.

Otra pregunta indagó sobre los recientes actos de violencia vividos entre indígenas Embera y policías en Bogotá. Benhur, en su respuesta, observó que la violencia es algo presente en todas las sociedades y que la respuesta violenta de los Embera frente a los agentes del Estado, debe ser leída a la luz de las afectaciones que ellos han vivido a causa del conflicto armado que los ha desplazado y despojado de sus territorios. Hay esperanzas, añadió Benhur, que, en el contexto del nuevo gobierno, se dé el cumplimiento de los Acuerdos de Paz que permitirán mejores condiciones para los pueblos étnicos y campesinos y la resolución de los conflictos a través de mecanismos democráticos.

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