CEPAM

Reseña American Tropics. The Caribbean Roots of Biodiversity Science Megan Raby

German Alfonso Palacio Castañeda

Germán Palacio

Director CEPAM

Abogado e historiador. Doctor en Historia de Florida International University. Profesor e investigador de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Amazonia. Director del CEPAM y del Centro de Investigaciones Amazónicas, IMANI.

Pocas palabras definen mejor una característica central de la Amazonia contemporánea, y esa es “Biodiversidad”. La profesora de la Universidad de Texas-Austin, Mega Raby, indaga sobre las raíces de la ciencia asociada a la biodiversidad, la cual debe ser referida a renombrados biólogos de los Estados Unidos que hicieron una carrera en el neotrópico, particularmente vinculados al Gran Caribe. Si las primeras asociaciones científicas, programas universitarios y revistas especializadas en los inicios de la diversidad biológica, sólo aparecieron hacia 1960, su origen debe ser referido a comunidades de investigación centradas en estaciones científicas, un tipo de investigación asentada en lugares específicos.

Esos biólogos que lograron posicionar el término se reunieron en septiembre de 1986 en Washington D.C. durante el “Foro Nacional sobre Biodiversidad” que, dice la autora, aunque reunía investigadores de los Estados Unidos, tenía una pretensión mundial. Entre ellos debe mencionarse a los nombres más rutilantes de la comunidad de la conservación, tales como Edward O. Wilson, Thomas Lovejoy, Paul Ehrlich, Peter Raven, Stephen Jay Gould y Michael Soulé. Los organizadores de la Conferencia acuñaron el término de “biodiversidad”. Se trataba de llamar la atención sobre que la preocupación sobre la conservación debía saltar cualitativamente del énfasis sobre lugares silvestres o especies amenazadas, hacia la vida de la Tierra misma.

Lo interesante es que una región “global” concentraba la preocupación de los asistentes y acumulaba la mayor parte de los ejemplos: los trópicos. Ellos, que cubren el 7% de la superficie de la Tierra contienen más de la mitad de las especies de la biota mundial. Se trataba no sólo de una parte clave de la naturaleza que estaba amenazada, sino que era un recurso natural en peligro. Recordemos que la noción de “naturaleza” fue renominada como “recurso natural”, la manera principal como el discurso del desarrollo había enfocado a la naturaleza antes de reconvertirse en “biodiversidad”, a fines del siglo XX. De este modo, la idea de biodiversidad hacía congeniar el discurso de la conservación con el del desarrollo. Y, en los años siguientes, impulsados por la Cumbre de la Tierra en Rio de Janeiro, esta idea se popularizó a través de propaganda orientada a “salvar el bosque húmedo tropical” y la Amazonia.

El origen de la idea se debe retrotraer, al menos 100 años, y la autora argumenta que el encuentro de los Estados Unidos con los trópicos de América son claves para entender este descubrimiento de la biodiversidad. Ello nos obliga a volver a la guerra HispanoAmericana de 1898, particularmente en lo que toca a Cuba y Puerto Rico, a la construcción del Canal de Panamá, y luego a la expansión estadounidense en El Caribe. Los ambientes tropicales son así crecientemente accesibles para los científicos estadounidenses. La autora entonces proclama que el papel histórico de los biólogos tropicalistas no ha sido suficientemente reconocido. Sus estaciones científicas localizadas en varias partes de El Caribe van a ser claves para la consolidación de una modalidad de biología que se enfoca en el Trópico.

Lo anterior no quiere decir que este movimiento no tenga importantes antecedentes. Por ejemplo, naturalistas y exploradores tales como Alexander von Humboldt, Henry Walter Bates, Richard Spruce, Thomas Belt y Alfred Russel Wallace deben ser recordados. Vale la pena recordar el caso de Wallace, con su influyente escrito titulado Tropical Nature que sintetiza sus experiencias en Malasia y Amazonia, sentando pilares de la biodiversidad, a través de postular la idea de la existencia de un número alto de especies con baja abundancia de individuos. En este libro se argumenta que las ideas biológicas de diversidad se articulan con las de tropicalidad. Para lograr esto se requirió el desarrollo de una ciencia estacionada en lugares, es decir, “Estaciones Científicas” donde se fue construyendo una comunidad de biólogos tropicales en los Estados Unidos. Entre las más importantes deben ser citadas, Harvard´s Atkins Institutions en Soledad, Cuba en 1899; Estación Botánica Cinchona en Jamaica, 1903; las estaciones de William Beebe en Guyana Británica, 1916 y 1919; y la Estación de Barro Colorado en Panamá de 1923. Es cierto que estas estaciones eran parte de un movimiento más amplio, por ejemplo, la Stazione Zoologica de Nápoles en Italia, dice Raby. Este tipo de instituciones científicas deben ser mejor estudiadas, al igual que los Museos, Acuarios, Parques y Jardines. Lo cierto es que estas estaciones científicas tropicales son consideradas como apéndices de instituciones de países del norte científico. Desde el lado eco-político, el intento de lograr que los científicos del Norte entraran en contacto más fácil y accesible con la naturaleza del trópico implicaba una visión neocolonial de la ciencia. Desde el ángulo metodológico, era un enfoque que Ian Billicl y Mary Price han llamado “ecología del lugar”, un equivalente del enfoque de los “estudios de caso” de las ciencias sociales, propone Raby.

La autora cierra con un llamado hacia una Ecología post-colonial tomando en cuenta que las estaciones ya no quedan en lugares políticamente dominadas por los Estados Unidos sino en países independientes. Por ejemplo, la organización para Estudios Tropicales localizado en Costa Rica o las instalaciones del Smithsonian en Panamá, desde fines del siglo XX. Así, la autora clama por un modelo científico que debe basarse en relaciones científicas más horizontales entre instituciones y científicos de países del Norte y del Trópico.

Evidentemente, con el desarrollo de la ciencia y la investigación, la relación entre el Norte y el Trópico tiende a ser más equitativo, pero no siempre está bien resuelta. Deberíamos avanzar más allá de donde nos avanza la autora, cuyo libro no deja de ser fascinante para historiados ambientales y de la ciencia, ecologistas políticos y entusiastas de las dimensiones sociales de la conservación. El historiador de la ciencia colombiano, Camilo Quintero, por ejemplo, examinando las relaciones entre ornitólogos de Estados Unidos y Colombia, plantea que la influencia de los científicos estadounidenses ha sido construida a través de invitaciones de trabajo colaborativo conjunto y ha llamado este fenómeno como “Imperialismo por Invitación”, una especie de comienzo de relaciones científicas menos jerárquicas. No obstante, el problema de la descolonización de la ciencia, que pasa por la redefinición de las relaciones científicas de poder, debe intentar estudiar las estaciones científicas establecidas dentro de países latinoamericanos, en buena medida en territorios de “frontera”, es decir, una especie de colonia interna de territorios hasta hace poco subordinados a elites nacionales en expansión. Para sólo poner un caso, la fracasada desde el punto de vista científico, Reserva de La Macarena, en la confluencia del Escudo Guyanés, la Orinoquia y la Amazonia, entregada a la Universidad Nacional de Colombia en 1948 por el gobierno nacional, pero hoy reconvertida en Parque Nacional. Otro caso a estudiar sería la Estación Científica de Leticia de la Universidad Nacional establecida en 1989, prontamente reposicionada como Sede Leticia primero y Sede Amazonia después, a fines del siglo XX. Se trata de un experimento de desarrollo científico que intenta apostar, a pesar de las propias rigideces de las instituciones y los científicos, en un lugar donde se construye conocimiento con participación de las comunidades locales, apostándole a una polifonía descolonizada de saberes. Si la profesora Raby no desarrolla este tema en su libro, sí abre las puertas para ello y proporciona elementos fascinantes para una historia crítica de la biodiversidad, de las estaciones científicas y de la ciencia contemporánea, en general.

Megan Raby (2017). American Tropics. The Caribbean Roots of Biodiversity Science. Chapel Hill, University of North Carolina Press.

DOI: https://doi.org/10.15446/ma.v10n1.74963 

Germán Palacio, Profesor titular, Universidad Nacional de Colombia.

 

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