Laura Restrepo, Canción de Antiguos Amantes (Bogotá: Penguin Random House, 2022).
Reseña Elaborada por Germán A. Palacio
Esta novela entreteje historias legendarias de amor con guerras preñadas de intereses geopolíticos y religiosos. En el contexto de una región supranacional y bicontinental, Asia y África, que incluye Yemen, Eritrea, Djibouti, Etiopia y Somalia, enlazados por el Mar Rojo y el Golfo de Adén, transcurre un relato complejo que amarra, contra pronósticos previsibles, la búsqueda de una inmortal Reina de Saba por parte de un erudito, pero ingenuo exseminarista, que se lanza en busca de pistas y acertijos de un trastorno infantil amoroso. Para poder elaborar su tesis de periodismo, su trabajo de campo se inserta en el marco de una pavorosa guerra con poca publicidad, que tiene a Yemen como escenario principal de confrontación entre dos poderes regionales, Arabia Saudita e Irán. Ojalá todos nuestros estudiantes se lanzaran con esa pasión a escribir sus tesis de postgrado. Correrían peligros, es cierto, pero desafiarían autocomplacientes profesores y quizás encontrarían sus Reinas de Saba.
Si las novelas son clasificadas como ficción, en contraste con trabajos académicos, esta novela amarra la ficción romántica y un nudo mítico milenario con un escenario de conflicto bélico, aprovechando la experiencia humanitaria de Médicos Sin Fronteras como soporte para la observación y recolección de datos. La idea de que cultura y guerra se contrastan y que cultura es un antídoto para la guerra, no resulta tan evidente ni en esta novela ni en novelas clásicas, incluida la Ilíada. Evidentemente, el amor es la base del romance, pero la guerra es su escenario y el entrelazamiento entre mito, amor y guerra es una fuente de inspiración literaria en Laura Restrepo.
La consagrada autora colombiana confirma su destreza como escritora de mente cosmopolita y habilidades literarias indiscutibles con una imaginación que se atreve a tejer historias sin importar los peligros de saltos triples mortales que requieren de habilidades contorsionistas. Pero también de lectores pacientes, no tan comunes en esta época de experiencias y consumo instantáneo y desechable. Se trata de una indagación sobre la Reina de Saba por parte de un aprendiz de periodista, Boas Mutas, el buey mudo, posiblemente un exseminarista colombiano con apodo exótico, consagrado a estudiar el mito de la Reina de Saba, de paso y para mi sorpresa, quizás por ignorancia geográfica, de origen yemení.
Su fascinación por la Reina de Saba, también conocida como Pata de Cabra, Belkis y otros nombres más, tiene origen en el viaje que hizo con sus padres por el río Nilo, cuando apenas tenía ocho años de edad. Su llegada a Yemen, ya de adulto, ocurre justo en un momento que recrudece e internacionaliza una guerra civil, -no la de su propio país- lo que lo coloca, estaciona y, por poco, confina en el aeropuerto de Sanaá, la capital de Yemen, del cual no podría haber salido sin la ayuda de Zahra Bayda, una orgullosa, espigada, atractiva y experimentada enfermera de origen somalí nacida en Mogadiscio, pero que trabaja con Médicos Sin Fronteras en medio de la guerra yemení.
Aunque la reina de Saba, la Señora del Amanecer, Lucero del Alba y Reina de la Nada, quien ha sido registrada míticamente, inclusive en épocas bíblicas, conectada hasta con el Rey Salomón y reimaginada por Santo Tomás de Aquino, ha sido perseguida como una ilusión por numerosos poetas quienes han tratado de buscarla en épocas posteriores, incluida la moderna. Por ejemplo, por el eximio poeta francés Gerard de Nerval. Sin pretender ser ningún poeta, Boas Mutas también decide perseguir este imaginario que es registrado con versiones distintas y en épocas distintas, por lo cual se puede saber que la Restrepo es consciente que los mitos no surgen y están congelados en el tiempo, sino que renacen de formas varias y se actualizan a tiempos diferentes y nuevos, pero ellos también re encarnan en nuevos seres y nuevas historias, incluidas historias actuales en versión Boas Mutas.
Lo que al final del cuento logra entender nuestro, a veces, tierno protagonista, es que Pata de Cabra o la Reina de Saba es Mujer entre todas las mujeres, pero no pura, ni virgen, ni bendita. Es canción de amantes antiguos, pero también de amantes actuales que la buscan como una quimera. Boas Mutas no quiere caer en un orientalismo burdo, el mismo que ha advertido y analizado Edward Said, ¡no señoras! La Reina de Saba no es sólo cuento de hadas inventado por Flaubert, Malraux, Rimbaud y las películas de Hollywood para deleite de occidentales, -piensa Boas Mutas-. Logra saber, de algún modo, lo que la Reina de Saba le ha comunicado a Salomón, que no es a la reina de Saba a quien realmente hay que buscar, sino que la Reina de Saba es sólo el nombre que Salomón le ha puesto a todos los amores que busca.
Sólo en esas circunstancias, es claro que su reina de Saba puede ser o el amor pesquisado o la misma Zahra Baida, la bella y orgullosa somalí, quien después de compartir muchas escaramuzas humanitarias que lo han obligado a ser lo que no hubiera imaginado, incluido la de fungir como sacerdote, sin serlo, para expiar culpas de una moribunda, puede encarnar también como un amor retribuido, que se comprueba en una erótica noche marina. Y, esa es la misma circunstancia que los va a alejar de Yemen, amenazada Zahra por los implacables guardines de la fe, talibanes, que no quieren aceptar las impiedades de mujeres condenadas a servir a sus maridos o a nadie, si no tienen marido. Pero el amor, no viene cuando lo llaman, sino cuando él quiere, logramos entender de este romance entre Zahra y Boas Mutas.
La portada del libro es un fragmento de la pintura del decimonónico holandés Lawrence Alma-Tadema, llamada Las Rosas de Heliogábalo, que representa una parranda augusta organizada por un emperador romano del siglo segundo después de Cristo, quien ordena arrojar un viajado de rosas sobre sus invitados, algunos de los cuales terminan sepultados por ese alud de pétalos rosados. Eso para decir, no tanto como anuncia la contraportada de la edición de Alfaguara que leímos, que el fin de los tiempos no es el Apocalipsis, sino el Cantar de los Cantares, es decir la embriaguez amorosa que trastorna y descarrila al sabio emperador Salomón. Quizás sería más justo decir, que el Cantar de los Cantares no es una alternativa al Apocalipsis, sino que no hay juicio final de los tiempos, ni siquiera de los tiempos apocalípticos, que no estén preñados de ejemplos de historias individuales desquiciadas de embriaguez amorosa como la de Boas Mutas quien acaba encontrando su Reina de Saba. Lo contrario sería faltarle al respeto al sufrimiento de las víctimas. Más bien, parafraseando a la autora, debemos entender que “por los resquicios de la ira de Dios y las guerras de los hombres se han colado Salomón y la Reina de Saba”. Por eso, los lectores de este libro, por esos mismos resquicios y como una forma de compensarnos por lo arduo de esta rocambolesca narrativa, tenemos el derecho a reinventarnos el sentido del final de esta historia como mejor queramos, sin traicionar a la escritora, quien reconoce en el Epílogo, que el fuego le devoró sus notas originales.
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