RINCÓN LITERARIO

Reseña "Esta herida llena de peces" Lorena Salazar Masso

German Alfonso Palacio Castañeda

Germán Palacio

Director CEPAM

Abogado e historiador. Doctor en Historia de Florida International University. Profesor e investigador de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Amazonia. Director del CEPAM y del Centro de Investigaciones Amazónicas, IMANI.

Esta es una historia del género de viajeras, pero no es una historia tradicional de mujeres del imperio que viajan a sus colonias, género literario que se popularizó a fines del siglo XIX y se extendió por la primera parte del siglo XX. Tampoco su prosa es convencional ya que su estilo narrativo es más onírico que descriptivo de paisajes y gentes, -tal vez por la humedad del Chocó biogeográfico-. Es historia de viajeras, pero no de turistas, que es la forma que tomaron los viajes en el capitalismo global desde el siglo XX. No es una historia que se propone mostrar elementos exóticos de los pueblos atrasados, aunque a veces algunos lectores sintamos un toque de exotismo no por culpa de la escritora sino por nuestro desconocimiento. Es una novela que se escribe en un contexto histórico postmoderno en que los humanos empezamos a recuperar la idea que se conserva en muchos pueblos antiguos y que mantienen una relación más cercana, estrecha y simbiótica con sus ecosistemas. Esa idea es que la naturaleza tropical es biodiversa y que, en el límite, es un sujeto de derechos y no está simplemente para servir a los humanos.

Esta novela es un libro de viaje, pero es más que eso: es una historia de madres, de ríos y de guerra. Empieza en el malecón de Quibdó, donde una madre putativa lleva a su hijo afrodescendiente para entregárselo a su madre biológica. A la espera de embarcarse en el río Atrato, que tiene la reputación de ser uno de los ríos más caudalosos del mundo relativo a su longitud, observan un gallinazo, que el niño percibe como un pajarito, a la inversa de su madre que lo ve como un animal sombrío. Todavía no hemos hecho el homenaje que merecen los zopilotes por parte de los humanos. Cuando éramos pequeños les tirábamos piedras, porque eran sucios, nos decían los adultos, cuando en realidad eran barrenderos.

En Quibdó, el río huele a “pescado en sal, naranja y madera mojada”. Nuestros dos protagonistas van rumbo a Bellavista, sabemos, un municipio desprendido de Quibdó. Tanto conocemos la mayoría de los colombianos sobre el Pacífico, como de África: casi nada, una especie de hoyo negro. Viajan en una canoa atiborrada de pasajeros que se van quedando en las riberas del río, como un bus lechero, por lo que se van entretejiendo historias de ribereños, generalmente afrocolombianos y algunos indígenas.

La historia cruza reflexiones profundas y conmovedoras sobre ser mamá, lo que desborda la idea restrictiva de mamá biológica. La madre no es exclusivamente quien parió al bebé, sino es la que pregunta si quiere sopa, la que se quema la lengua para proteger la lengua del hijo, la que advierte que eso no se hace, que eso no se dice; la que podría saber administrar la chancleta pedagógica. El niño se siente afortunado por tener dos mamás: una blanca y una negra.

En algunas partes el río duerme; puede ser que sea, en realidad, un tigre adormilado. Las frutas que encuentran en el rio o que recogen de las vegas, no son tersas como las de los supermercados. Son arrugadas y mordidas por los gusanos. Habría que llamarlas orgánicas y naturales para que puedan ser vendidas en los supermercados de consumidores ambientalistas de las ciudades de hoy en día. No pierden el rumbo porque bajan a un pueblo a reunir al niño con la mamá biológica, muy a pesar del dolor y la tristeza de la madre putativa.

La historia, que al final reúne a la mamá biológica, a la putativa y al niño, iba a terminar feliz. Hubo un momento de suspenso porque el niño le contó a la mamá putativa que en el colegio se reían porque él era negro y ella blanca. Allí la mamá abandonó su prudencia y le dijo que en la escuela no tenían idea de que la otra mamá lo abandonó, nunca mandó regalos para el cumpleaños, ni plata para los uniformes. Sin embargo, el niño tenía razón: era más afortunado porque tenía dos mamás que lo amaban.

Algunos pueblos de Colombia los conocimos por las historias del conflicto armado colombiano. Desafortunadamente los colombianos conocimos esos nuevos poblados de nombre sonoro en el cambio de siglo XX por las masacres, principalmente de paramilitares, por ejemplo, Mapiripán en el Meta. Este sonoro y musical nombre no lo eximió de una tragedia espantosa. Este caso, en cambio, es particular: mientras que los paras se apoderaron del casco urbano, las Farc controlaban las zonas rurales y les pregonaron que se retiraran, lo que no ocurrió. La Defensoría del Pueblo lo advirtió. La artillería semiartesanal de las Farc que disparaba pipetas de gas acabó estallando en la iglesia donde se había refugiado parte de la población, niños, ancianos y mujeres, especialmente. En los primeros días los medios y la prensa aprovecharon para avanzar la agenda política uribista. La disputa por el río es estratégica, en estos lugares sin carreteras. El río es la más importante forma de comunicación entre los pobladores, y también el medio de comunicación principal en una zona fronteriza para narcos, contrabandistas, paramilitares, ejército y guerrilleros por lo que su control es estratégico.

Sabíamos que la mamá y el niño viajaban a Bellavista, pero al final de libro sabremos que nos estaban conduciendo a Bojayá, del cual sí hemos oído. Bellavista es el municipio y Bojayá un corregimiento. De Bellavista los colombianos no tenemos ni idea, pero de Bojayá, después de la masacre de 2002, sí. Por esa razón los lectores nos vemos tan sorprendidos como las víctimas de los cilindros bomba al terminar esta novela corta.

La autora, Lorena Salazar, entrelaza el cruel conflicto interno armado colombiano con la descripción del territorio biodiverso; ata los tiernos con los contradictorios sentimientos maternales; teje ríos que son las rutas de comunicación de sus pobladores, pero que tienen vida propia, y deberían tener derechos porque son ríos vivos. En esta prosa poética, -no sé si técnicamente se pueda decir así- Lorena Salazar logra narrar un tierno, conmovedor y certero viaje a la muerte.

Lorena Salazar Masso. Esta herida llena de peces. Medellín, Angosta Editores, 2021.

Lorena Salazar Masso. Esta herida llena de peces. Medellín, Angosta Editores, 2021.

Autor Reseña: Germán Palacio.

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