RINCÓN LITERARIO

Reseña La clase de griego Han Kang

German Alfonso Palacio Castañeda

Germán Palacio

Director CEPAM

Abogado e historiador. Doctor en Historia de Florida International University. Profesor e investigador de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Amazonia. Director del CEPAM.

Han Kang. La clase de griego (Bogotá: Penguin Randon Books: 2023).

Esta es la historia de una mujer que perdió el habla, así, sin explicación, y un profesor de griego que se vuelve ciego, poco a poco. Sus historias corren paralelas, pero los une una circunstancia, la asistencia a una muy poco popular clase de griego.

Para quienes pudieran tener alguna cercanía cultural con la llamada civilización occidental, este curso podría, sólo con nombrarlo, secar la lengua de cualquier estudiante por áspero, espeso o astringente. Como los protagonistas de la novela son coreanos no puedo imaginar cómo sería de esotérico esta clase para unos chicos estudiantes coreanos en un tema que clasifican como lenguas arcanas o “muertas”, a veces se dice. Me quedo pensando en esta dificultad y, a menos que la clase fuera algo así como una especie de culto exclusivo, abierto sólo a muy pocos, lo podría entender. Sería como el club de lectores en el que nunca quise participar ya que sólo aceptaba lectores de libros que no tuvieran menos de 900 páginas. Sería una comunidad que no creo que habría podido reclutar a nadie, pero si enganchara dos o tres, ya valdría la pena y sería exitosa por ese sólo hecho. Así de insólito era este curso de griego sobre el cual se explaya el libro de la Nóbel.

Sin duda, la clase valió la pena, especialmente, para una estudiante enigmática y para el profesor cuyo cruce y encuentro circunstancial acabó resultando en una unión espiritual y metafísica contra todos los pronósticos. Al final, un acople entre ceguera y mutismo, literal y metafóricamente hablando.

La estudiante que compartía con dos chicos más la asistencia a la clase esotérica nunca se atrevió a pronunciar una palabra ni a responder ninguna pregunta, no digo solo de sus condiscípulos sino del profesor, quien aprendió griego antiguo en Alemania. Las preguntas que surgían en la clase tenían un calibre platónico. Por ejemplo: “¿cuál es la condición humana?” O, “¿por qué somos mortales?” El aprendizaje de griego se entremezclaba con ese tipo de preguntas fáciles de inducción a la filosofía que los encargados de la educación creen que deben tomar y pasar estudiantes de colegio de noveno grado.

¿Cómo hace un profesor para proponer un tema que, posiblemente no fuese útil en su país para nadie? Es que esta materia podría provocar somnolencia hasta a niños hiperquinéticos o a insectos voladores que se caerían del tedio de lámparas encendidas. Aún así, doy fe que los lectores, al menos es mi caso, se pueden leer todas las páginas de la novela sin pestañear, en vez de abandonarla después de las primeras quince páginas. Creo que porque sin yo entender bien cómo, la escritora dispara unas reflexiones metafísicas basadas en la sencillez de la cotidianidad, ensambladas a través de pensamientos poéticos inefables.

Como cuando dice que “la nieve es el silencio que cae del cielo”; al tiempo que “la lluvia son frases que se precipitan interminadas sobre el piso” (pag.160). No lo dice así literalmente, ya que seguro a la traductora le pareció diferente, por lo que preferí parafrasear de este modo, que a mí me sonó más poético y también más comprensible para el público que habla castellano. De frases como estas están plenas las 150 páginas del libro por lo que una historia insólita como ésta es atrapante, contra todos los pronósticos sensatos, muy al estilo de la Nóbel coreana de literatura.

Algunos comentaristas dirán que estas historias hacen parte de la esencia de la condición humana, cuando suponen que esa condición es universal, pero me niego a entenderlo así: para mi es una historia muy coreana, es decir, proviene de un mundo cultural con el cual estoy poco familiarizado, a pesar de la avalancha de Kdrama y Kpop que se nos vino encima en los últimos años. Tal vez Franz Kafka y la transmutación de un hombre en cucaracha debido a los malignos mecanismos del funcionamiento de las organizaciones modernas, la burocracia, pueda tener algún parentesco con esta novela y otras de la autora, como decir La vegetariana, por la estrambótica imaginación, que obliga a pensar en fricciones o puntos de encuentro entre las dimensiones locales y la cultura global. Lo cierto es que, espiritualmente, el problema central encierra la distancia casi inconmensurable de un viaje a marte, de un vuelo que partió de un pueblo del litoral de una península asiática, que luchó denodadamente contra ejércitos comunistas durante los años de 1950, ayudados por el glorioso ejército colombiano, como efectivamente ocurrió durante la guerra de Corea. Algo que suena a ficción basado en elementos de prosaica cotidinanidad.

No debería sorprender entonces que la novelista proponga personajes tan distantes, lo que obliga al lector a una ardua tarea que uno no deja de sorprenderse. Por ejemplo, el libro empieza con una reflexión sobre Borges en torno de un poema épico nórdico, basado en una espada con un “filo acerado” que le pidió a María Kodama, la hermosa y joven mujer japonesa que compartió con él sus últimos años, para que la grabara en su lápida. Un filo acerado que podría decirse que es la ceguera que lo agobió al fin de su vida y la ceguera paulatina de uno de sus personajes dentro de una historia que conecta a un invidente con una in-audiente. Me suena a surrealista.

La novela deja a cualquier lector lego, como yo, impactado. Y, eso está muy bien porque no queda uno al final como cuando la empezó a leer. Supongo que de eso se trata una buena novela, así como unos buenos tragos. Si después de tomárselos queda uno como cuando empezó y no se embriaga, no valen la pena.

Angustia es el filo acerado de la narración con el que se puede cortar el lector, como cuando el silencio que comparten la sorda con el invidente es “como el de alguien que da golpes bajo una capa de hielo queriendo salir”; o, “como una nevada cubriendo un cuerpo lleno de heridas sangrantes”. Porque no sólo el lenguaje en este libro es como un acertijo, sino también los signos de puntuación. Si estás dispuesto a entender que las comas son signos enroscados y que los de interrogación viven encorvados sin asustarte porque para comunicarse dos personas deben intentar saltar desde las dos orillas de un arrecife escarpado y mortal surcado por el mar, léete el libro que te va a fascinar. Si no crees que estás preparado para leerlo sin cortarte las venas, sal a comer un algodón de azúcar y haz de cuenta que eres feliz.   

Han Kang. La clase de griego (Bogotá: Penguin Randon Books: 2023).

Reseña de: Germán Palacio.

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