RINCÓN LITERARIO
Reseña Nexus Yuval Noah Harari

Germán Palacio
Abogado e historiador. Doctor en Historia de Florida International University. Profesor e investigador de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Amazonia. Director del CEPAM.
Yuval Noah Harari. Nexus. Una breve historia de las redes de información desde la Edad de Piedra hasta la IA. (Bogotá D.C., Penguin Random Books: 2024).
Como lo propone el título de este interesante libro, los lectores encontrarán una especie de historia de muy larga duración. Digo de una “especie de historia”, porque no es historia en el sentido más convencional. Harari no está interesado fundamentalmente en el pasado, aunque el pasado sea su materia prima. Está interesado en el futuro, es decir, las posibles respuestas a uno de los desafíos más importantes de nuestra contemporaneidad: la cuestión tecnológica, particularmente la, así llamada, “Inteligencia Artificial”. Para ello le es útil encuadrar el pasado visto desde el ángulo de las redes de información. Así, Harari considera que la historia no versa tanto sobre el pasado sino sobre el cambio.
En mi opinión, Harari ataca uno de los tres temas más apremiantes de esta coyuntura actual de la humanidad que son la Inteligencia Artificial, el Cambio Climático y el Neo-imperialismo, tal como pretende restructurar la la globalización el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.
En relación con la IA, Harari no se empeña en ilustrarnos sobre la fascinante herramienta tecnológica que ha sorprendido al público en la última década, sino que elabora sobre sus ilustres antecesores que han configurado redes de la información y sobre sus peligros y la necesidad de mantenerla bajo control y autocorrección. De hecho, para Harari, la IA no es simplemente una herramienta, sino una tecnología que tiene el potencial de tomar decisiones y generar ideas nuevas por sí misma, autonomizada de los humanos. Esto ocurre por primera vez en la historia de la humanidad produciendo algo de pavor. De algún modo, insospechado hasta hace poco, el poder tiende a transferirse desde los humanos hacia los algoritmos. Suena exagerado, pero parece que no lo es y el propósito más definitivo del libro es intentar responder a la pregunta sobre cómo manejar el poder con sensatez (pg. 29).
En consecuencia, de lo que se está hablando no es simplemente de tecnología, sino de también de poder. Antes de pasar entonces a esos aspectos políticos, el autor debe desenmarañar el tema de la información y la verdad en la historia en una época de noticias falsas que algunos llaman de post-verdad. En el “libro «la verdad» es algo que representa de manera precisa determinados aspectos de la realidad”. Sin embargo, existe, dice Harari, una idea ingenua de que “la información es un intento de representarla realidad” (pg. 41). Al contrario, propone el autor, la información no pretende representar la realidad y, de hecho, en la mayoría de los casos no representa nada. La idea ingenua de la información como intento de representar la realidad se defiende, desestimando los casos que son informaciones erróneas o desinformaciones como algo marginal o desafortunado. Piensan que el remedio para esos casos desafortunados es generar más información.
Aquí yace la base más espesa y teórica del libro. Harari defiende la posibilidad de acercarse a la verdad, pero trata de establecer una distinción que pretende superar el dualismo de la verdad objetiva y subjetiva. La primera es universal (hechos o asuntos que no dependen de los humanos y están allí afuera, por ejemplo, el sol, las estrellas, la atmósfera, que comparten todos los humanos, pero son independientes de él); la segunda implica admitir que existen distintos puntos de vista, opiniones, sentimientos de personas diversas, que no son universales, aunque sean verdades para individuos o para quienes comparten estas visiones. Aun así, esa verdad se puede separar y distinguir de errores, como por ejemplo decir que la llegada de Cristóbal Colón al Caribe ocurrió en el siglo XIX.
Por último, no hay explicaciones de la realidad que sean 100% exactas, pero algunas explicaciones pueden llegar a ser más veraces que otras (pg.44). Así que hay que dar un paso más allá de las realidades objetivas, subjetivas y avanzar hacia realidades intersubjetivas. Estas últimas son realidades muy poderosas que se generan en los enlaces e interacciones entre la gente y que en la historia han conectado a imperios, religiones y amantes, entre otros. Desde esta claridad se puede reconocer que los errores, fantasías, mentiras y ficciones son también información. Su papel no es representar la realidad, una supuesta realidad pre-existente, sino que, de hecho, esa información puede crear nuevas realidades. Su rasgo definitorio es la conexión, no la representación de la realidad. De allí el título del libro: Nexus.
Así, la información no es representación sino nexo social (pg. 49). Esto implica reconocer el éxito social de asuntos tales como la astrología (distinguir de astronomía) o de la Biblia, para hablar de asuntos más poderosos. Dice Harari: “La Biblia puede incurrir en numerosos errores cuando describe asuntos humanos como naturales”, pero la Biblia no pretende representar la realidad, aunque unos cuantos lo quieran ver así. Por ejemplo, la Biblia suele presentar las epidemias como castigos divinos derivados de pecados humanos. Si se trata de un error en relación con la realidad, eso no quiere decir que no tenga un éxito incomparable en términos de conectar gente en poderosas redes sociales. A veces la información representa alguna realidad y muchas veces no, pero siempre conecta.
Así que este libro examina históricamente las conexiones y las redes de la información. El primer poderoso nexo histórico de realidad intersubjetiva son los “relatos”. Con el tiempo, los relatos van a ser reforzados por el documento escrito, una segunda gran tecnología de la información. Esas realidades intersubjetivas pueden empezar con chismorreos, anécdotas y rumores. Sin embargo, los relatos se han contado y recontado tantas veces que a nadie le puede sorprender que queden enredados en la ficción, lo que no quiere decir que no conectaron mucha gente. Como se ve, lo clave en este aspecto no es la verdad sino la conexión.
Los relatos van más allá de las realidades objetivas y subjetivas. Producen realidades intersubjetivas que generan conexiones ilimitadas. Por ejemplo, muchas identidades son moldeadas por mitos económicos, nacionales o religiosos. El dinero, por poner un caso, es una realidad intersubjetiva. Si se deja de creer en la seguridad del mecanismo que respalda el intercambio, ya sea el peso a nivel nacional o el dólar al nivel internacional, el sistema se derrumba y requiere de la invención de una alternativa. La mayor parte del poder no proviene de la realidad objetiva, sino de realidades intersubjetivas.
Siempre hay posibilidades de errores y recurrentemente se ha buscado imaginar la infalibilidad, lo que no permite corregir los errores que suelen ocurrir porque de humanos es errar. Por ejemplo, los católicos consideran que el Papa es infalible, al igual que algunos dictadores que actúan como si creyeran que no se equivocan, del mismo modo que sus groupies o fanáticos, o cual nos remite al tema de la toma de decisiones. Esto, a su vez, es central para el discurso político de este libro que lo resume el autor como el debate entre democracia y totalitarismo.
El punto clave en esta materia es que las dictaduras, por más consistentes que parezcan en un momento inicial, colapsan porque no admiten su falla o error, lo que no impide que obtengan logros espectaculares hasta que cuando las circunstancias cambian por alguna razón. Las democracias también cometen errores, pero tienen mejores mecanismos de autocorrección, a saber: elecciones periódicas; rotación del líder; separación de poderes; libertad de prensa. Esto debe ser complementado con respeto a los derechos humanos y civiles y también, reconocimiento de derechos de las minorías. Harari menciona un mecanismo clave en la ciencia: la evaluación por pares, es decir, el reconocimiento de que los desarrollos científicos siempre deben ser evaluados y cuestionados, lo que se entronca con la historia de la ciencia: su naturaleza crítica. Todos los anteriores ejemplos mencionados pueden ser considerados mecanismos de autocorrección.
La IA se nos podría salir de las manos a los humanos. Por esta razón es importante revisar las versiones o interpretaciones sobre la información: primero, la visión ingenua que pregona que entre más información más cerca estamos de la verdad. Esta versión la contrasta con la versión que llama “populista”, que propone que no hay una verdad objetiva, sino que cada cual puede tener su verdad y sus hechos alternativos. Los periodistas de la Casa Blanca propusieron, por ejemplo, que la ceremonia del discurso de posesión de 2016 de Trump fue la más concurrida de la historia de los Estados Unidos, lo cual era algo contrafactual cuando se comparaba esa ceremonia con las fotos de la posesión de Barak Obama. Una asesora política de Trump, confrontada ante la mentira, respondió que era necesario crear hechos alternativos.
Otra preocupación clave, dice Harari, es lograr integrar las voces de nuevos participantes en la conversación social, sin destruir el orden social. Por ello, hay que avanzar hacia una dinámica que reconozca la importancia de los hechos, no de hechos alternativos acomodados, que no necesariamente se produce por la profusión de información, desinformación y mentiras flagrantes generados por las redes sociales.
Los ejemplos y casos que presenta Harari son particularmente interesantes, sobre todo aquellos que provienen de historias antiguas, la Biblia y otras religiones de Asia, los impactos de la imprenta, la caza de brujas del medioevo tardío y la Inquisición. También trata asuntos contemporáneos como los medios de comunicación masivos y el internet. Como ya se dijo anteriormente, la otra propuesta analítica de Harari que contrasta con la visión ingenua sobre la información es la versión que llama populista y que habría irrumpido recientemente, en lo cual ocupa puesto de honor D. Trump y Jair Bolsonaro en Brasil.
Pero aquí empiezan también sus debilidades analíticas. El populismo a que se refiere Harari, como lo llaman también en algunos de los medios de comunicación masiva en Estados Unidos, es una versión que recurre e interpela a una parte del pueblo americano, particularmente del Mid-West arruinado y dejado atrás por la globalización del siglo XX tardío. No capta Harari que si el epíteto fuera correcto es una versión que tiene lugar en el contexto del fin del socialismo realmente existente, la caída del Muro de Berlín y la irrupción global del neoliberalismo. Es un populismo de derecha que recoge a quienes fueron perdedores en Estados Unidos de la fase de globalización de fines el siglo XX.
Sin embargo, no todo populismo es igual, por lo que debe asociarse a ciertos contextos históricos. El populismo de América Latina desde la década de 1930 incluyó a Lázaro Cárdenas en México, Getulio Vargas en Brasil y Juan Domingo Perón en Argentina. En Colombia, nunca se tildó a López Pumarejo de populista, – hubiera podido ocurrir, ya que propuso e implementó unas reformas sociales muy importantes, pero el mejor ejemplo colombiano populista, Jorge Eliézer Gaitán, fue asesinado a comienzos de la Guerra Fría, lo que se entroncó con la coyuntura derechizada colombiana. El populismo de esas épocas trató de superar las sociedades aristocráticas y excluyentes herederas del siglo XIX y que imperaban hasta fines de los años 1920, por lo cual el punto político central era la transformación social, más que el debate entre democracia y totalitarismo. De algún modo, el populismo apelaba a transformaciones democráticas, en el sentido de integrar a las masas campesinas y urbanas excluidas a un sistema que los marginaba. Así la democracia, no es sólo un mecanismo procedimental, sino también pretendió incentivar equidad e integración social y política.
Y, esta superficialidad analítica e histórica permite avanzar a la siguiente crítica: no hay ningún rastro de análisis de clase en Harari, de divisiones sociales, por lo que le queda fácil simplificar el tema del poder como el contraste entre Democracia y Totalitarismo. Como si temiera ser acusado de marxista o de socialista. Evidentemente las transformaciones del siglo XX tuvieron que ver con luchas sociales. Reconocer esto no es ser estalinista, ni totalitarista. La democracia implica tanto asuntos procedimentales de “autocorrección”, como los llama Harari, pero también derechos económicos, sociales y culturales.
Harari podría haberlo anticipado, pero no podía tener certeza sobre la alianza que llevó a Trump por segunda vez a la Presidencia a fines de 2024. Lo hizo con apoyo de varios de los empresarios más enriquecidos por la onda tecnológica contemporánea, tanto de internet como de la onda de la transformación energética liderada por el empresario neonazi y sus autos eléctricos Tesla, Elon Musk. Parte de la resistencia a Trump en los años venideros implica, como lo proponen los senadores Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortés, una lucha contra la entronización de un sistema político en los Estados Unidos que perdió sus mecanismos de autocorrección, para usar la terminología de Harari, erosionando la democracia y entronizando una nueva oligarquía. Se suele predicar este concepto para las elites rusas actuales, sin reconocer que el actual sistema político en los Estados Unidos es más autocrático que democrático. Pero oligarquía era el régimen que solía atacar Jorge Eliecer Gaitán en la década de 1940, lo cual constituye una curiosa paradoja sobre el uso del concepto de populismo. Curioso llamar a Trump populista cuando ha logrado instaurar un régimen autocrático, evitando buena parte de los “mecanismos de autocorrección.
Así, los temas actuales exigen encabalgar las memorias de luchas sociales que se arraigan de experiencias de más de un siglo, cosa que Harari descuida por su miopía en torno a los temas relacionados con conflictos socio-económicos de clases.
No cabe duda de que Harari hace un esfuerzo mayúsculo por darnos una explicación ambiciosa, aportándonos elementos conceptuales que nos permitan contrarrestar el vértigo que nos producen tecnologías tales como la Inteligencia Artificial que amenaza destronar a los humanos en su capacidad de manejar sus inventos. Más que otras tecnologías, la IA no es plana o de doble faceta sino tridimensional: primero, permite a los humanos resolver eficientemente problemas de maneras antes inimaginables; luego, ofrece vislumbrar a los poderosos nuevas formas de control y subordinación de la población con rasgos que se asemejan a las premoniciones orwelianas; por último, amenaza con independizarse de los mecanismos humanos de corrección y autonomizarse frente a ellos. Sin duda, Harari aporta de manera crucial a uno de esos tres temas centrales de la coyuntura actual, lo que nos facilita pensarlo menos ingenuamente, sintiendo que, gracias a sus aportes, ya no estamos intelectualmente huérfanos, pero que necesitamos profundizar en la comprensión y en la crítica.
Leticia, 3 de Abril de 2025

Yuval Noah Harari. Nexus. Una breve historia de las redes de informacion desde la Edad de Piedra hasta la IA. (Bogotá D.C., Penguin Randon Books: 2024).
Reseña de: Germán Palacio.