RINCÓN LITERARIO

Reseña “Leer es resistir” Mario Mendoza

German Alfonso Palacio Castañeda

Germán Palacio

Director CEPAM

Abogado e historiador. Doctor en Historia de Florida International University. Profesor e investigador de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Amazonia. Director del CEPAM y del Centro de Investigaciones Amazónicas, IMANI.

Leer es resistir. Mario Mendoza. Bogotá, Planeta, 2022 Reseña de Germán Palacio

Mendoza escribe este libro en medio de dos crisis que acoplan la escala global y la nacional y que produjo una fricción que sacó chispas como un cerillo sobre la lija de una caja de fósforos: la primera, la pandemia del Covid y la segunda, la intensa protesta social de 2019-2021. En ese contexto socio-patológico, Mendoza escribió esta historia sobre libros y lecturas, enmarcándola en la idea de que leer es resistir. Ese elogio de la lectura tiene antecedentes personales, lo que lleva al lector a leer su biografía a través de los libros que él leyó. Así, debemos retroceder en el tiempo real del autor para conectarnos con una peritonitis gangrenosa que lo atacó a los 7 años y que lo arrojó a la lectura apasionada de libros transformándolo de niño mutante de noches de brujas a lector insaciable que no leía los textos más recomendados por los profesores sino libros que caían en sus manos y que le parecían como mensajes enviados desde otros mundos.

Suena raro, porque lee lo que le cae o lo que pesca al azar, pero se justifica con un ejemplo contundente: “Neil Armstrong pudo pisar la luna porque antes habían llegado a ella Julio Verne, H.G. Wells y Tintín.” (p.16) Es que “un lector es como un aprendiz de brujo”, dice Mendoza. (p.17) El salto del libro a la biblioteca es ya una verdadera alucinación, parafraseando a María Kodama, la pareja de Jorge Luis Borges, recién fallecida. 

Si la pandemia nos desnudó nuestras perturbaciones psicológicas, mientras en algunos casos nos obligó a encontrarnos con nosotros mismos, nuestras parejas y familias, la protesta social envió a los jóvenes a las calles en actos de desobediencia frente al productivismo, pero también frente a las decisiones de autoridades y gobiernos que los obligaban a encerrarse, sin respaldo, sin programas de subsistencia, sin otra propuesta que exigir obediencia, sin futuro. El resultado: la resistencia, es decir, la protesta social generalizada que puso en grave estrés a las fuerzas de seguridad, particularmente, al ESMAD. En el momento que se publicó la novela todavía no se sabía que esa resistencia se transformaría en poder electoral que, a la larga, ayudó a desbancar el poder arraigado en Colombia por un par de siglos, enrarecido por los narcos que infiltraron el Estado y la cultura, desde la década de 1980, colocando en la cúpula del Estado colombiano al Pacto Histórico, una amalgama de fuerzas alternativas, de izquierda del siglo XXI y de descontentos de los partidos tradicionales.

Mendoza trata de hacer su propio aporte en este contexto afirmando que “Leer es Resistir”. Propone que: “Leemos porque no aguantamos más a los capos con sus lugartenientes y sus pistoleros, sus fincas ostentosas, sus mansiones multimillonarias y sus amantes operadas” (p.25). Leemos porque es, en cierta forma, una redención posible.

Desde estas bases, el libro inicia con lecturas y personajes que, en el primer segmento, el autor encaja en los bordes, que conducen al lector a conocer mundos en los límites. En esta sección nos cuenta sobre obras de teatro y sobre la maestra que lo enamoró en el colegio, por ejemplo. Además, nos cuenta sobre otras historias tales como Papillon de Henri Charreire, que muchos leímos de jóvenes y que nos enseñó lo indignante del sistema carcelario; El Padrino, en su versión cinematográfica de Francis Ford Coppola, que cuando lo vimos no nos imaginamos que podría tener una conexión con nuestros gánsters criollos y barones de las drogas; también nos refresca las historias caricaturescas y viajeras de Tintín, entre otros autores. En la sección de autores pacifistas, David Thoreau, por ejemplo, con su catecismo de desobediencia civil, Mendoza afirma que “Pensar, leer y escribir pueden ser entendidos como verbos muy peligrosos de resistencia pacífica” (p. 92).

La segunda sección la llama “pasadizos”, colmada de personajes de este mundo que transitan hacia otros lo que incluye a Emilio Salgari y a José Asunción Silva que se suicidan; autores embriagados y drogados, varios de ellos colombianos, por ejemplo, Porfirio Barba Jacob o Andrés Caicedo; vagabundos, relegados y sifilíticos; en fin, una galería de personajes atravesando pasadizos entre la vida real y otros mundos insuficientemente explorados.

La tercera sección la llama “extramuros”, que están poblados de autores y libros que narran desdoblamientos de personalidad, por ejemplo, la del protagonista del Corazón de las Tinieblas, de Joseph Conrad, y su europeo colonialista que se va transformando en un salvaje en el encuentro con la selva del Congo. En esta sección hay referencias a historias colombianas trágicas que nos pusieron los pelos de punta como la de una chica indígena violada y asesinada en Bogotá, por un adulto de clase alta hace menos de una década. Por supuesto que Mendoza ganó una gran popularidad como escritor narrando la espeluznante historia de un asesino que en una famosa pizzería de Bogotá llamada Pozzetto mató a varias decenas de personas y que publicó con el nombre de Satanás. Esta novela fue merecedora del premio Seix Barral otorgado en Barcelona, que fue basada en un acontecimiento que, según Mendoza, partió en dos la historia de su ciudad. Bogotá habría entrado en la lista de las ciudades entrópicas, un año después de haber vivido la toma y retoma del Palacio de Justicia y el despliegue de una narcocracia a gran escala. Ese libro trata de un “psicópata que encarna la locura general,” … “un alucinado devorado por las fuerzas oscuras de una urbe” (p. 290).

De algún modo, Mendoza se acerca a autores que han propuesto que las historias tienen un gran poder transformador. Martin Puchner, por ejemplo, ha mostrado el poder de historias asociadas a grandes transformaciones de la realidad y, por tanto, los lectores no son sólo diletantes. Dice, por ejemplo, que Alejandro Magno en medio de sus conquistas portaba la Ilíada como fuente de inspiración. También fundó la biblioteca de Alejandría. Sin embargo, la propuesta de Mendoza se orienta, no a conquistar sino a resistir a los poderosos, que hoy en día no quisieran gente con criterio sino borregos embrujados por redes sociales, presas fáciles de influenciadores y de promotores de conspiraciones por medios virtuales que convirtieron a la gente en comida chatarra.

Mendoza nos propone una reinterpretación de la resistencia. En consecuencia, Mendoza encaja, con mucho sentido de la oportunidad, el título de su libro. Pero el lector podría preguntarse: ¿Cómo es posible que la “resistencia” tenga que ver con nociones previas que nos acostumbraron a considerar esos lectores ávidos que solían ser llamados, un poco despectivamente como “ratones de biblioteca” y “nerdos”, si esas personas son frecuentemente vistas como intelectuales aburridos y gafufos, obsesivos, introvertidos y carentes de habilidades sociales?

La portada del libro de Planeta inmortaliza la resistencia como el momento en que una elástica danzarina de ballet encapuchada se sostiene en el aire brumoso o gaseoso, al lado de una fiera policial encargada de mantener el orden público y que mira al fotógrafo captando ese momento enmarcado en el contexto de una máquina de obras públicas al lado de un poste que anuncia la venta de radiadores y que está colocada en un barrio popular de Bogotá. Una foto cuyo poder estético podría equipararse o superar al famoso Banksy, ese artista callejero y anónimo, que inmortalizó a un vándalo urbano atacando, sin presentar excusas, a policías rabiosos y bien armados, o rompiendo vidrieras de instituciones bancarias con contundentes ramos de flores.

Aunque la “resistencia” es una categoría con largos antecedentes, por ejemplo es famosa la Resistencia francesa a la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial, ha cobrado mucha importancia en las últimas décadas en lugares distantes del Planeta, desde las protestas antirracistas y contra el supremacismo blanco liderado por Donald Trump, hasta las luchas de movimientos sociales marginados y discriminados en Siloé en Cali, y no sólo en contextos urbanos plagados de jóvenes sin futuro y estudiantes en Latinoamérica sino en fronteras de la expansión territorial del Estado, el capital y la civilización dominante. También se puede ver como una forma que expresa la naturaleza de las luchas socioambientales contemporáneas.

En serio, suena raro colocar a ratones de biblioteca como parte de la resistencia. Cuando quien escribe estas líneas era niño, siempre tenía un poco de vergüenza cuando sus hermanos y primos bajaban a la piscina del edifico de Seguros Bolívar a la entrada de Bocagrande en Cartagena en visitas a tíos que creíamos ricos, en vacaciones, por quedarse viendo mapas y leyendo libros de historia, ¿mientras los demás niños se divertían? Digamos que era un joven nerdo con el ceño fruncido y medio filósofo, por lo mismo, pero en esa época no tenía alguien que reivindicara su actitud de resistencia, sino que era, a todas luces, un chico aburrido. Por cierto, en la playa, nunca lograba una conexión con alguna chica de esas hermosas que se paseaban sinuosas o bamboleantes y tuvo que aceptar con el tiempo que leer un libro no era la mejor forma de empezar una conversación con una garota linda en la playa, sino la mejor forma de espantarla. Eso le costó varios años de soledad, infelizmente, pero eso no era culpa de las chicas, ¡faltaba más!

En realidad, no sé si Mendoza tiene razón, aunque me gusta la idea, pero sí me lleva a otra reflexión sobre “Resistencia”. De hecho, resistencia en el siglo XXI, se queda corta y no puede enfrentar el poder las formidables nociones de cambio del siglo XIX y XX de reforma y revolución. Tampoco a las de ideas de rebelión de la emancipación de esclavos y las luchas contraculturales de los años 1960s.

En el siglo XXI, no obstante, a la noción de “Resistencia” se le han empezado a sumar dos ideas importantes:  la de “resiliencia” proveniente de los críticos socioambientales, aunque ha sido usada, inclusive, desde la ingeniería y los sistemas tecnológicos. La resiliencia resalta la capacidad de adaptación ante nuevas circunstancias, las posibilidades de sobrevivir en condiciones difíciles y de reinventarse sin perder la identidad propia: es cambio, no fijación; es doblarse y desdoblarse sin quebrarse.

A las dos nociones anteriores se le debe sumar la de “re-existencia” como una forma de comprender las luchas socioambientales de manera más activa, no sólo reactiva. Re-existencia son procesos de reapropiación creativa de las relaciones de las sociedades inmersas en la compleja trama de la vida, inventando otras formas de ser y estar en la cotidianidad y los territorios, sin necesidad de esperar a que llegue la revolución. Es resurgir cuando los pabilos de las guerras todavía están encendidos.

Aquí es donde Mendoza puede estar en el camino, en la penumbra, sin llegar al final del túnel. Resistencia y resiliencia, que no se le escapa a Mendoza, develan el sentido profundo de leer. Mendoza resiste escribiendo y promoviendo la lectura, pero nos deja a mitad de camino en sus libros que se sienten un poco góticos y des esperanzados, plenos de melancolía, rabia y rencor de las víctimas. Redención, como ya dijo el autor, es poco. Mi conclusión es que, en cambio, además de agradecerle al autor por inspirarnos a leer buenos libros y por encajar ese ejercicio en la resistencia y la resiliencia, se requiere incluir re-existencia, es decir, nuevas formas de imaginar futuros y de inventarlos cada día, celebrando el hecho de que los caídos se han levantado heridos, pero renovados cuando así lo quieren y cuando a eso le apuestan: algo así como sonreírle al sol y a la lluvia y recibir todos los regalos que el mundo averiado, que nos tocó vivir, nos ofrece cada día.

Leer es resistir. Mario Mendoza. Bogotá, Planeta, 2022

1 comentario en “Reseña “Leer es resistir” Mario Mendoza”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *