Memorias sesión 6, 30 septiembre de 2022
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La sesión estuvo dedicada a la lectura del volumen, Mi cuerpo es la verdad, experiencias de mujeres y personas LGBTIQ+ en el conflicto armado, con la participación de la profesora e investigadora, Liliana Chaparro, la profesora y líder de la Asociación Mujeres Tejiendo Sueños de Mampuján, Juana Alicia Ruiz y la comunicadora social y feminista Diana López.
La escritura de este volumen respondió al mandato de la Comisión por esclarecer y promover el reconocimiento del impacto humano y social del conflicto en la sociedad, incluyendo las formas diferenciadas en las que éste afectó a las mujeres. El abordaje se hizo desde las preguntas ¿qué pasó?, ¿por qué pasó?, ¿qué pasó con lo que pasó?, explorando así, las diversas violencias sufridas y sus afectaciones, los responsables y las motivaciones, las resistencias puestas en marcha.
El volumen es rico en testimonios, fueron escuchadas más de 10 mil mujeres y personas LGBTIQ+, recogiendo además los aportes e informes que diversos colectivos de mujeres, feministas, organizaciones indígenas, negras, campesina y colectivos LGBTIQ+ hicieron llegar a la Comisión.
Como los demás volúmenes, éste se articula con los otros, particularmente con el de Hasta la guerra tiene límites, que afronta las violencias sexuales como unas de las violencias de derechos humanos analizadas, y el étnico, que hace énfasis en cómo las mujeres negras e indígenas vivieron y fueron afectadas por el conflicto, así como sus modos de responder a las violencias. En ese sentido, vale la pena reconocer, cómo este volumen se construye desde perspectivas interseccionales entre raza, etnia, género y clase, subrayando cómo no todas las mujeres fueron afectadas de la misma manera, sino que el entramado del conflicto armado con el racismo y la discriminación étnica afectaron en modo diferenciado a mujeres negras e indígenas.
El volumen se divide en dos capítulos, poco dialogantes entre ellos; el primero, dedicado a las mujeres y el segundo a las personas LGBTIQ+.
Algunos puntos significativos que este volumen considera:
- Las diversas violencias vividas por mujeres y personas LGBTIQ+, en el marco del conflicto armado, no son exclusivas de éste, sino que sus dinámicas y fines se ampararon, y reforzaron, de sexismos, discriminaciones y subordinaciones propias del patriarcado radicado en nuestra sociedad. Las violencias contempladas en el marco del conflicto hacen parte del continuum de violencias que las mujeres y personas LGBTIQ+ viven en diversos contextos y escenarios cotidianos. Existiendo además un alto subregistro de víctimas LGBTIQ+.
- Para mujeres indígenas, negras, campesinas, la noción de cuerpo violentado, se amplía a sus territorios, evidenciando en este modo las relaciones entre las violencias sufridas por ellas y las que se ejercieron sobre sus territorios. En los testimonios de muchas mujeres indígenas, las violencias sufridas son entendidas como actos de desarmonía, no solo sobre sus cuerpos y vidas, sino también sobre sus territorios, comunidades y procesos organizativos y políticos.
- El desplazamiento forzado fue el hecho violento que más reportaron las mujeres, debiendo afrontarlo solas, o como madres, viudas y cabezas de familia.
- La violencia sexual fue una de las principales causas de esos desplazamientos forzados, siendo además la violencia más olvidada y silenciada. Ningún actor admite con franqueza haber violado, acosado o prostituido forzadamente a una víctima. Existe además un enorme subregistro de denuncias de violencia sexual, tanto en el caso de mujeres, como en el de personas LGBTIQ+ , como en hombres, esto por motivos de vergüenza, miedo, o para evitar ser revictimizadas. Este volumen constituye entonces un importante trabajo para visibilizar estas violencias, ampliando además su definición jurídica más allá del abuso sexual, contemplando además esclavitud sexual, amenazas de violación, el acoso sexual, el desnudo forzado y violencias reproductivas relacionadas con anticoncepciones, maternidades o abortos forzados.
- El volumen subraya la fortaleza de las mujeres y personas LGBTIQ+ para denunciar lo que les ocurrió, para resistir, para organizarse, para demandar justicia, apoyarse y sanar mutuamente.
Debate sobre el volumen
En su presentación, la abogada e investigadora del Centro Pluralizar la Paz, Liliana Chaparro quiso reconocer el gran trabajo de la Comisión en la composición de este informe, dedicando además un volumen específico que recoge las demandas que muchos movimientos de mujeres y feministas venían haciendo para que fueran evidenciadas las violencias directas que las mujeres vivieron en el marco del conflicto armado. Violencias que cómo se evidencia en el mismo volumen tuvieron impactos desproporcionados.
En clave de lectura de cómo el informe contribuye a lidiar con el pasado para pensar el futuro, Chaparro evidenció que el informe hubiera podido ser más contundente, sobre todo a la hora de complejizar la cuestión de género, entendida como relaciones de poder ejercidas entre hombres, mujeres y sujetos LGTBIQ+, y no considerándolos como sujetos por aparte. De hecho, para Chaparro, este volumen no permite entender el conflicto desde una perspectiva de género, sino que evidencia violencias sufridas por mujeres y sujetos LGTBIQ+ sin que haya mayor relacionamiento entre ellos; de hecho, el volumen separa dichas experiencias en dos segmentos aparte, sin que se evidencien articulaciones. Igualmente, añadió Chaparro, dicha aproximación, tampoco permitió visibilizar cómo los hombres, en cuánto hombres, fueron afectados por el conflicto armado, siendo todos rápidamente situados al interno de la categoría de masculinidades guerreras y victimarios de las mujeres, reforzando así lecturas binarias entre hombres agresores y mujeres víctimas.
Otro punto que Chaparro consideró problemático del volumen es que éste hace demasiado énfasis en las que las mujeres, sobre todo indígenas, campesinas y negras, son las cuidadoras del territorio sin que se eso permita entrever las relaciones con otros sujetos que también son cuidadores del territorio. Hubiera sido interesante, comentó Chaparro, ahondar, desde una perspectiva de género, o bien, relacional, los diversos modos cómo es asumido el cuidado del territorio, incluyendo los hombres, o otras subjetividades.
Chaparro también se interrogó sobre el carácter del volumen, ¿es un volumen sobre la verdad, o sobre la memoria? Para ella es más el segundo, de memoria, en cuanto hay poco contraste de fuentes, no hay estadísticas distintas a las producidas por la misma Comisión, quedando solamente las voces de las víctimas. Una cuestión interesante para el debate académico, sin duda, pero que personalmente, no comparto del todo.
Por un lado, me parece que minimiza la importancia de las fuentes orales como expresiones de sentido sobre el pasado, en contextos históricos precisos y en diálogo con el presente, y por el otro, porque toma el volumen en modo aislado, cuando éste hace parte de un entramado más complejo que permite leer interrelacionadamente eventos y considerando diversas fuentes. Igualmente, como la misma Comisión lo evidenció, el contraste de fuentes en el caso de violencias como las sexuales, por ejemplo, es muy difícil de hacer, por el alto subregistro que existe, es una violencia casi invisible. De hecho, esto es lo que en cierta manera nos dice el título del volumen, mi cuerpo es la verdad, verdades inscritas en las huellas corporales de quienes vivieron las violencias.
Las preguntas del público ahondaron principalmente alrededor de la cuestión problematizada por Chaparro, sobre cómo aparecen abordadas en el volumen las relaciones de género en el marco del conflicto armado, sobre cómo las mujeres no fueron solo víctimas y los hombres no solo agresores, sino también víctimas.
En el segundo segmento de la sesión, nos acompañó la profesora Juana Alicia Ruíz, quien nos contó el maravilloso trabajo que hacen como mujeres de los Montes de María, mujeres de Mampuján, para contar los horrores de la masacre y del desplazamiento, para denunciar lo vivido, la imposibilidad del regreso a su territorio y para tramitar los dolores a través de los tejidos.
Ruíz recordó violencias vividas por ella siendo niña, cómo eso la afectó por muchos años en su modo de relacionarse consigo misma, con los otros, malestares que se acentuaron durante el conflicto con la imbricación de otros horrores. Tejer, hablar a través de los tejidos, encontrarse con otras mujeres fue el camino que construyeron para gestionar las heridas, para seguir esperanzando y crear nuevas posibilidades de vida en medio a las dificultades. Fue maravilloso, dijo Juana, “hoy tenemos un tejido nuestro en el Museo Nacional de Colombia”.
Desde lo vivido en Mampuján, Juana valora mucho el trabajo de la Comisión, sobre todo porque resaltó violencias hacia las mujeres que no tenían mucho espacio en otros escenarios. Hubiera querido que los encuentros en los territorios hubieran sido más largos, pero entendía la complejidad del proceso, realizado en medio a conflictos persistentes, negacionismos y la pandemia del covid 19.
En la conversación con el público, se insistió en el rol de la escuela y de otros dispositivos pedagógicos para contrastar violencias, específicamente contra las mujeres. Por ejemplo, insistía Juana, materias como educación física, arte y religión pueden ser espacios ideales para eso, a través del diálogo, el juego y la creación se invita a reflexiones significativas sobre el respeto a las diferencias y a tramitar los conflictos en modos no violentos.
Diana López, quien no pudo participar en la conversación por problemas de salud, envío unas líneas reflexivas sobre el volumen. Aquí compartimos algunos apartes en modo de enriquecer la lectura colectiva y plural del informe de la Comisión.
Mis reflexiones sobre el volumen de género del informe de la Comisión de la verdad las haré desde dos líneas: la primera es el informe en sí mismo, los temas que a mi juicio son aportes significativos y lo que pudo ser mejor. El segundo punto, es el lugar de la comunicación en dicho proceso.
Para comenzar con la primera parte:
- Creo que es de vital importancia el lugar de este volumen dentro del informe de la Comisión, pero también creo que en el resto de volúmenes debió estar presente la perspectiva de género para hablar de los efectos diferenciados del conflicto armado, al igual que el enfoque territorial. Con este volumen no solamente se le da lugar a la voz de las mujeres en toda su diversidad, si no que se evidencia cómo el conflicto no ha sido igual para todas, todos y todes; sino que ha tenido efectos particulares (no peores, no mejores), en cada grupo poblacional.
- Creo que el volumen visibiliza las particularidades de las violencias racistas contra las mujeres negras e indígenas que no solamente eran un ataque a su ser particular, sino mecanismos de control y terror sobre los territorios. Fueron afectadas de manera particular comunidades, desintegrando pueblos, modificando costumbres y en general poniendo en riesgo la existencia misma de los pueblos.
- Otro de los aspectos que me parece destacable, es el reconocimiento de que la perpetuación de los roles de género son un elemento que ha contribuido a la regulación de la vida de las mujeres, sobre todo en algunos territorios en disputa. Incluso en aquellos en donde los actores armados asumían el papel del Estado. No es que esto no haya sido dicho en anteriores oportunidades, pero es importante que el volumen lo visibilice en la descripción de los hechos que aborda. Específicamente en lo que tiene que ver con las mujeres jóvenes en diversos territorios, el “enamoramiento” para usarlas como informantes, en algunos casos, en otros como carne de cañón y, en otros, vehículo para el microtráfico. Además de hacerlas el centro de victimizaciones por entablar relaciones con el bando opuesto. Esto como un ejemplo de cómo operan los roles de género, el amor romántico en el orden machista y patriarcal de la guerra.
- Y para cerrar esta primera parte, lo más importante para mí de este volumen, es cerrar con el qué pasó con lo que pasó, y allí recoger las experiencias de reexistencia de las mujeres en todo el territorio nacional. Desde diversos repertorios, desde voces diversas que han cobrado un valor político fundamental para la vida digna en el país.
Algunas críticas al volumen:
- Considero que era importante retomar el trabajo de organizaciones de mujeres, de centros de investigación etc., para desarrollar los contextos, finalidades y patrones de sistematicidad de las violencias contra las mujeres, un trabajo que se ha realizado sobre todo sobre la violencia sexual. Aunque el volumen desarrolla más de 13 tipos de violencias sexual, más allá de la violación e incluye las violencias reproductivas. Pero ha habido interesantes desarrollos por parte de diversas organizaciones que han pensado en el cómo las violencias contra las mujeres han sido una estrategia de los actores armados en el marco del conflicto armado.
- Por otra parte, en algunas secciones del relato, se refuerzan los estereotipos de las mujeres únicamente como víctimas y con ello, sujetos sin acción, más que correr por su vida, separando además la experiencia de algunas mujeres desde el lugar del victimario.
- Para finalizar, a mí me quedó faltando el señalamiento particular al empresariado presente en varios territorios del país y que amparó económica y políticamente el accionar de los actores armados en contra de las comunidades. Si bien en algunos apartados se nombra, no tiene una relevancia en el texto, como sí lo ha tenido en la guerra.
Me gustaría ahora evidenciar el rol de la comunicación como instrumento pedagógico que se ha movilizado no solo este informe, sino en la construcción de paz.
Entiendo la comunicación como un acto político, tanto en el ámbito cotidiano, como en el poder de creación de narrativas alrededor de un tema en particular y cómo esto tiene que ver con el desarrollo de la democracia.
A mí me gustaría que todxs fueramos conscientes de que en este momento no estamos en el mismo punto de hace 4 años, cuando la paz era el tema principal. En este momento nos toca volver hablar de paz en los territorios y tenemos que volver a hablar de la paz que tenemos y como queremos construirla al tiempo que hablamos de la verdad. Y en eso, el informe de la Comisión aporta mucho, se vuelve un instrumento de comunicación para volver a hablar de paz, una herramienta pedagógica que moviliza emociones y posiciones.