Décima cuarta Sesión: Diplomado la Paz No Tiene Tregua

Memorias sesión 14, 25 noviembre 2022

En la sesión abordamos el volumen testimonial, llamado, Cuando los pájaros no cantaban, nombre que viene de uno de los testimonios presentes en el texto. En la reflexión colectiva nos acompañaron la abogada Magdalena Frías, quien participó en la elaboración de este volumen, así como en las lecturas rituales del volumen a nivel nacional y Valentina Nieto, antropóloga, con una importante trayectoria investigativa en el Amazonas, trabajando con mujeres indígenas y sus narrativas de vida.

El volumen está dividido en tres grandes partes: el libro de las anticipaciones, el libro de las devastaciones y la vida y el libro del porvenir; cada uno de estos apartados reúne a su vez otros pequeños capítulos, con títulos igualmente sugerentes como: corazonada de madre, los árboles tienen espíritu, todo se fue amarillando, voy experimentar una vida, la que salga y otros más, que reúnen los diversos testimonios. Un volumen que como los demás tiene materiales transmedia que permiten escuchar algunas voces de las personas que participaron en el proceso.

Este es un texto completamente testimonial, tanto por el modo como fue construido, como por la posición que allí tienen las voces. En los otros volúmenes, por lo general, los testimonios estaban acompañando ideas o reflexiones, en función de respaldar la argumentación. Aquí no. Aquí los testimonios enuncian la construcción de sentido de una experiencia vivida y están situados espacial y temporalmente en el encuentro testimonial, es decir, en el encuentro creado entre quien o quienes narraban y quien, quienes escuchaban.

Son testimonios que, como nos advierte el mismo texto, resaltan las experiencias más íntimas y cotidianas de las personas en el contexto de la guerra, prestando atención a las palabras usadas, a las imágenes, al cuerpo que también narra, a las interrelaciones evocadas entre diversos seres, a los lenguajes de la naturaleza, a los presentimientos, a los sueños, a lo hecho cotidianamente para salir adelante, a la construcción de esa paz en pequeña escala, como la denominan quienes coordinaron este volumen y que insiste en el futuro como posibilidad.

Un volumen que además insiste en el valor de la escucha atenta; una escucha que debe permitir entender la densidad de las palabras y lo que éstas relacionan, pero también de acoger lo no dicho, una cuestión, que ya nos había propuesto Alejandra Tapia en su presentación, cuando nos decía que, en términos terapéuticos, es también importante lo no dicho, lo que las personas deciden callar.

Un trabajo de escucha sensible que implicó revisar los protocolos que la misma Comisión construyó para realizar las entrevistas y desde allí proponer la realización de conversaciones más largas y trabajos de campo más intensos.  Fue, como ellos mismos lo dicen, un trabajo de año y medio, en medio de la pandemia y haciendo uso de otras estrategias pedagógicas y afectivas como las lecturas en voz alta, lecturas rituales de los testimonios reunidos en el volumen junto con la gente, en las comunidades donde se trabajó.

Para cerrar esta pequeña introducción, comparto aquí una de las frases del texto que más me gustó, en cuanto expresa muy bien el sentido de todo el trabajo hecho:

“¿se puede aprender a habitar la herida y moldear desde ella un sentido de futuro? Quizás se parezca al proceso de cicatrización del cuerpo que, con el trabajo del tiempo, incorpora a nuestra piel aquello que la había roto”.

Lectura reflexiva

Magdalena Frías inició su charla evidenciando que este volumen fue coordinado por el comisionado Alejandro Castillejo y compuesto por un colectivo de mujeres encargadas de la composición de los capítulos. El volumen fue concebido cuando el trabajo de la Comisión ya había avanzado en la investigación y escritura de los otros textos, de hecho, hicieron uso de las entrevistas y transcripciones disponibles en la plataforma de la institución para construir el sentido de este volumen, llamado primero Voces, luego Testimonial.

De acuerdo con Frías, para el equipo coordinador del volumen fue importante alejarse de categorías muy usadas para hablar de la guerra, y más bien, lograr acercarse a las personas desde la cotidianidad del conflicto y a lo que la gente hizo para salir adelante en medio de las heridas y el dolor.

Parte del trabajo también consistió en leer en voz alta los testimonios con la gente. Lecturas que fueron definidas como rituales porque insistían en el valor de ser escuchadas, tal vez, afirmó Magdalena, en el país hay muchas voces hablando sobre el conflicto, pero pocos que se dediquen a escuchar, a acoger los dolores, incluso, a estar en silencio, cuando silencio es lo que se comparte. Y eso es fundamental, porque escuchar permite compartir experiencias, la de quien narra y la de quien escucha; permite percatarse que la gente que cuenta la guerra va más allá del horror, o mejor, en sus narraciones establecen otras interrelaciones, conversaciones con otros seres, convivencias en medio a la guerra, nos confrontamos con cosas que talvez no compartimos, con las cuales no estamos de acuerdo, pero que fueron modos igualmente modos que la gente puso en acto para vivir en medio a la guerra.

Valentina Nieto empezó contando su experiencia investigativa sobre las memorias de las violencias vividas por mujeres indígenas en la Amazonia colombiana, siguiendo sobre todo las propuestas teóricas de Veena Das. Historias, que, como afirmaba Magdalena, mostraban el dolor, pero también las formas que ellas usaron para reponer sus vidas. Historias que contaban cómo desde las heridas, las cicatrices, los fragmentos, se sigue viviendo.

Valentina observó como el volumen testimonial se apoya en la antropología para entender la violencia y las formas para reconstruir mundos desde el punto de vista de la gente. Y resaltando ese aspecto consideró que la palabra testimonio que usa el equipo en este volumen no es la apropiada. Para Nieto, ese concepto desplaza las voces hacia el plano pasivo, cuando, para ella, la noción de narrativas evidencia mejor cómo la persona articula y da sentido a su experiencia, no limitándose a responder preguntas establecidas.

Igualmente, resaltó la importancia que se le da a la escucha, un acto que permite interpelar, sentir dolor. Ahora bien, cuál es el sentido de sentir ese dolor, se preguntó Nieto; para ella, en primer lugar, es sentir indignación por lo que sucedió, pero no quedándose en la desolación, en la parálisis, sino insistiendo en las responsabilidades, no solo aquellas jurídicas, sino en las responsabilidades de todas y todos para persistir en la esperanza, para crear juntanzas y para que no vuelvan a suceder tantas devastaciones. Porque de devastaciones se trató, advirtió Valentina, reconociendo positivamente el uso en el volumen de dicha palabra para hablar de esas diversas capas de violencia que han compuesto el conflicto armado colombiano.

Miguel Camargo intervino al final, recordando una sugestiva imagen que ya había presentado en su charla anterior y es la de las luciérnagas pasolinianas. La luciérnaga es un animal que resiste con pequeños destellos de luz. Ante la sensación del pesimismo y del desespero que traen la guerra y los regímenes autoritarios, toca inspirarse en la luciérnaga, manteniendo esa disposición de escucha, de indignación, de crear encuentros para la vida.

Los destellos modestos de las luciérnagas, dijo Camargo, no ocultan el horror, pero permiten, si somos sensibles, que no nos paralicemos ante éste.

Miguel resaltó el volumen en su intento de construir un horizonte común de compromiso para superar los obstáculos que la guerra ha creado. La fuerza de las luciérnagas se complementa con la disposición para querer ver, escuchar, transformar y generar mejores convivencias.

Debate

En el debate se abordó la cuestión del manejo a veces maniqueo de las víctimas y victimarios para fines políticos y de cómo la complejidad de la situación del conflicto armado no se resuelve con discursos sesgados en modos binarios. La verdad es un asunto a su vez complejo; está la verdad depositada en opiniones individuales, en la opinión pública y en los estratos judiciales. Es necesario interrelacionar esas diversas escalas narrativas para producir mínimos consensos en clave de no repetición, que al final de cuentas, dijo Germán Palacio es lo que más nos interesa con todo este monumental trabajo producido por la Comisión.

Al final, se volvió a insistir en la importancia de la escucha como acto reparador y capaz de generar compromisos éticos y sociales para la transformación de los conflictos en el país.

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