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En memoria de Armando Camacho
Con este texto queremos recordar a Armando Camacho, amigo, colega, historiador, poeta, que conocimos en Leticia, cuando realizaba la Maestría en Estudios Amazónicos.
Alto, flaco, con un fuerte acento paisa, bella sonrisa y, sobre todo, agudos apuntes sobre las absurdas formalidades académicas y sociales.
Armando era de buena charla, quien conversaba con él podía enterarse de autores y obras poco conocidas. De hecho, su trabajo de tesis de maestría, dedicada a la literatura urbana amazónica, constituye un aporte importante en dicho campo.
En su trabajo, Camacho estableció una periodización de la novela sobre la Amazonía, mostrando tendencias, temas por periodos y sus principales características. En este enlace pueden conocer su trabajo:
Pero quizás lo que más recordamos de Armando era su talento para sortear las dificultades de la vida. En la dedicatoria de su tesis, dice así: “Esta tesis no es simplemente un ejercicio académico, detrás de ella se esconde el más grande ejercicio de perdón conmigo y mi familia, por eso está dedicada a la vida, la divinidad y a todo su combo alado, gracias por todo”. Bella forma de tramitar dolores con el ejercicio de la escritura.
Armando fue de aquellos seres que, si en algo confiaban, de modo innegociable, era en la poesía. Como casi todos los poetas fue fiel a la literatura como refugio protector. En su poema Manifiesto fruto de una hemorragia verbal en caída libre1, invoca a Cioran para preguntarse: “¿Cómo no volverse entonces hacia la poesía? Ella tiene – como la vida – la excusa de no probar nada”. Quienes conocimos a Armando sentimos esa amabilidad indomesticable tan suya, esa postura tranquila de que en esta vida no todo debe tomarse tan en serio. Fue un ser bello guiado por esa fuerza inquieta y creativa de los poetas.
Cuando supo que tenía cáncer, hizo todo lo posible para no sucumbir ante la tristeza y la inmovilidad, siguió ofreciendo sus clases, dedicándose a sus estudiantes, montando en bicicleta, encontrando amigos. Su enfermedad la acogió como un momento más de aprendizaje, en el que se percibía como un otro Armando, valorando las pausas, los afectos que permanecían en el tiempo y la belleza de la montaña donde vivía. Cuando las fuerzas mermaban, no salía de casa, se quedaba allí, tratando de superar los dolores con terapias alternativas.
La muerte lo visitó el pasado 31 de octubre. Si bien su partida nos dejó una profunda ausencia, sabemos que ya descansa de las aflicciones que la enfermedad le estaba proporcionado.
Buen viaje y luz en los caminos querido Armando.
Salima Cure, Marco Tobón y Germán Palacio
1Aquí pueden leerse sus poemas: https://www.revistainnombrable.com/search?q=armando+camacho