RESEÑAS ACADÉMICAS CEPAM

Reseña Antes de Colombia. Los primeros 14.000 años Carl Henrik Langebaek

German Alfonso Palacio Castañeda

Germán Palacio

Director CEPAM

Abogado e historiador. Doctor en Historia de Florida International University. Profesor e investigador de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Amazonia. Director del CEPAM y del Centro de Investigaciones Amazónicas, IMANI.

Carl Henrik Langebaek. Antes de Colombia. Los primeros 14.000 años. Bogotá: Penguin Random House, 2021.
Reseña de Germán Palacio - Profesor Titular, Universidad Nacional de Colombia; Director Centro de Pensamiento Amazonias (CEPAM)

Este es un libro escrito por un arqueólogo colombiano, hijo de un danés que amaba el trópico y versa sobre el pasado de los pueblos indígenas que hoy en día habitan el territorio colombiano, antes de que existiera Colombia, que a duras penas junta poco más de 200 años. Este libro trata, como dice el autor, de un acercamiento serio al pasado indígena (p.11). Pero empecemos con una idea contundente: este libro no es “una historia de Colombia”. Los indígenas jamás imaginaron hacer parte de la historia de una Nación que, entre otras, le hace honor a Cristóbal Colón. Sin embargo, los indígenas no hacen parte sólo de nuestro pasado sino de nuestro presente y nuestro futuro (p.15). Para semejante y difícil tarea de narrar la historia antes de Colombia, Carl Langebeck hace un libro que exige un homenaje al trabajo, no bien reconocido en Colombia, de los arqueólogos.

En 1492 había unos 8 millones en lo que hoy en día es Colombia, aproximadamente. Por ello, nuestro paisaje, poco o nada tenía de prístino. Muchas actividades cambiaban el paisaje: caza, pesca, quema de bosques, selección de especies y un largo etcétera (p. 27). Pero el punto de partida analítico es el cambio y la razón es sencilla de explicar: “la gente siempre ha tirado basura y ha tenido la desafortunada costumbre de morirse” (…), por lo cual los arqueólogos pueden decir y explicar cosas que no puede decir el mejor historiador que normalmente se basa en registros escritos. Aquí se escribe en el paisaje y hay que saber leerlo. Y eso requiere de excavaciones y descifrar lo que refleja el Carbono 14, que es un isótopo radiactivo que marca cambios en el tiempo y que fue descubierto en 1940. No me pregunten más: ¡“deje así”!

Para empezar, hay que decir que hay que saber dónde se está parado: en un país tropical, dice Langebaeck. El autor agrega: el paisaje arrugado de Los Andes exacerba la diversidad tropical y los vientos alisios que proceden de zonas subtropicales nos afectan bastante porque estamos ubicados en la Zona de Convergencia Intertropical. Por si se quiere complicar la cosa, no se puede olvidar que nuestro impreciso clima vive afectado por El Niño y La Niña, por lo que ocurre en un lugar de esta geografía no ocurre en otro.

En relación con los primeros pobladores es importante el trabajo de Gonzalo Correal. También el de Thomas van der Hammen. Colón confundió a los pobladores con gente de la India oriental. Pero es cierto que los pobladores del “Nuevo Mundo” son de origen asiático, que arribaron posiblemente hace unos 30 mil años, pero es claro que el continente estaba ya ocupado en su totalidad hace 14 mil años. Ahora se entiende mejor el título del libro. ¡Qué tanto la diversidad humana proviene de ese poblamiento antiguo y qué tanto de otras condiciones de aislamiento, cuando ya habían llegado? “La población americana (…) “se había diferenciado desde temprano respecto a sus orígenes asiáticos” responde el autor.

Como el punto de partida es el cambio, los antiguos cazadores recolectores se mueven debido a la recolección de vegetales, cacería, pesca horticultura itinerante y recolección de miel. El sedentarismo fue excepcional. Algunos de esos cazadores fueron también alfareros, curiosamente.

Del análisis y complejidades de cazadores-recolectores, el libro se mueve hacia la agricultura: “sembrar para que podamos comer o sembrar para que los animales que comemos puedan hacerlo” (p. 171). Un efecto importante: el cultivo de pocas plantas tiende a reducir la biodiversidad (p. 172). Hay que distinguir entre domesticación, cultivo y agricultura, dice Langebaek. Algunas plantas que estaban ligadas entre sí a la llegada de los ibéricos, como el maíz o el fríjol no fueron domesticadas al mismo tiempo, por lo que ese matrimonio fue un producto cultural. (p.175). “El desarrollo de la agricultura alteró por completo la visión ancestral que se tenía sobre la naturaleza” (p. 177). Los caza-recolecta no concebían una división radical entre humanos y el resto de la naturaleza. La relación de respeto entre el cazador y su presa fue sustituida por una visión de dominio de los humanos. El trópico es una máquina generadora de plantas y sólo en la Amazonia se estima que los indígenas domesticaron 140 especies, cuando más de la mitad eran nativas (p. 185). Pero esta agricultura no contó con los complementos del Viejo Mundo: La domesticación y el pastoreo.

La agricultura intensiva requirió de grandes quemas, hace 6 mil años aproximadamente. Ejemplos estudiados de agricultura intensiva son: Los camellones en el río San Jorge; los del Casanare; las tierras negras o pretas amazónicas. De allí a las aldeas no hay tanto trecho. Pero también hubo migraciones y para ello Langebaek se documenta con estudios lingüísticos de las lenguas arawak, chibchas y caribe, presentes en la Colombia actual. Un tema asociado importante es la diferenciación social y sexual relacionada con la agricultura (p 284). En este aspecto, es importante tener en cuenta la colonización maicera de que habla Gerardo Recichel Dolmatoff (p. 315). Estudios de caso específicos son los del Alto Magdalena, particularmente San Agustín y Tierradentro; el caso Calima; Malagana cerca de Palmira; los taironas; la Guajira y los muiscas.

Los animales domesticados fueron pocos y la crueldad que sentimos hoy en día y que no sentimos cuando el animal está empacado al vacío no se puede aplicar a aquellos pueblos. Los curíes son interesantes y había en muchas partes del país, aunque hoy no tanto, reducido casi que a Nariño. Hubo perros más grandes en Norteamérica que en Suramérica. Pero los perros de los conquistadores eran armas de guerra. La dicotomía humano/animal parece que no tenía mucho sentido.

La enfermedad, la violencia, así como la esclavitud son otros temas que trata el autor. Pero el punto de desenlace más importante es que los temas usuales de la literatura sobre civilización, la agrícola y la urbana, no representan bien el desarrollo del trópico suramericano. Lo agrícola no fue realmente una revolución, sino que hubo más domesticación y cultivo; lo urbano no fue tan significativo. Pero la historia indígena no acabó y la conquista no es un evento catastrófico súbito delimitado, como nos enseñan en la escuela cuando dicen que es un período que va de 1492 a 1550, sino un proceso que no ha concluido. El poder militar de los europeos y las enfermedades son las dos explicaciones más potentes de la conquista. Pero para Langebaeck no lo es todo; le hace falta el “ánimo de lucro” (p. 401), lo que implica la codicia y el saqueo.

Este es un libro que ayuda a llenar un vacío, no dejen de leerlo. Se lee de corrido o por partes. Puede ser consultado muchas veces dependiendo del tema. Un punto de cierre me parece contundente: la gente del Nuevo Mundo no fue una víctima pasiva que se desmoronó con la llegada de los conquistadores. La conquista no ocurrió sino comenzó hace 500 y tantos años

 

Carl Henrik Langebaek. Antes de Colombia. Los primeros 14.000 años.
Palacio C., G. A. (2023). Reseña: Antes de Colombia. Los primeros 14.000 años. Mundo Amazónico14(2), e110144.
 
Disponible en Revista Mundo Amazónico https://revistas.unal.edu.co/index.php/imanimundo/article/view/110144 

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