RINCÓN LITERARIO

Reseña "El vacío en el que flotas" Jorge Franco

German Alfonso Palacio Castañeda

Germán Palacio

Director CEPAM

Abogado e historiador. Doctor en Historia de Florida International University. Profesor Titular e investigador de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Amazonia. Director del CEPAM.

Jorge Franco. El vacío en el que flotas. Penguin Random House Grupo Editorial, Bogotá, 2023.

Este autor ya no necesita presentación. Se ha vuelto más famoso ya que varios de sus libros han tenido éxito por su adaptación al cine y a la televisión. Este es el caso de Rosario Tijeras. Hace parte de una generación de colombianos que encuadran la historia reciente de Colombia en el mundo que se cocinó cuando el narcotráfico copó el espacio cultural, social y político colombiano, desde mediados de la década de 1970.

Aunque la trama de este libro no parece estar directamente conectado a la tramoya de los narcos, su comienzo, sin decirlo, nos retrotrae a ese mundo con el estallido de una bomba en un centro comercial que, por ejemplo, los bogotanos asocian con la bomba de la Calle 93 con quince. En algún lugar semejante, Celmira, la madre de quien llegará a ser con el paso del tiempo un escritor conocido y exitoso, lo ha llevado a divertirse en un carrusel, pero justo cuando fascinado daba vueltas en un caballito azul, explota el artefacto, que envía al hospital inconsciente a Celmira.

Su hijo, Richi, nunca aparecerá vivo, ni muerto, pero tampoco queda ningún rastro de él. Cuando a los cinco días su madre despierta en el hospital, su marido Sergio le cuenta que nadie lo encuentra. Y, tal vez, nunca lo encontrarán, con lo que los protagonistas van a quedar flotando en un vacío durante toda su vida, es decir, toda la novela. A todos les pasa lo mismo: Celmira y Sergio, por la búsqueda infructuosa y Richi, que se convertirá en Anderson, un nombre distinto a su nombre de pila porque se lo adjudica un padre improvisado y amoroso.

Además de Celmira, Sergio y Richi, un personaje externo se roba el escenario. También se roba a Richi en medio de la confusión de la explosión. Se trata de Uriel, una enigmática figura que uno debe condenar desde el principio, si no aceptáramos el relativismo moral que pregona que cada cual tiene su propio punto de vista y que parece que Franco nos ofrece, quizás como una trampa ética. Como vive arrebatado por el sueño de tener un hijo, en lugar de hacerlo por él mismo con alguna ayuda, decide robarse al niño en un momento de confusión máxima que no le permite tener compasión por el amor de sus padres biológicos y el derecho que les asiste. Siente que Dios lo puso en su camino. Vive Anderson o Andy, como le dice a Richi, su nuevo padre Uriel, al igual que sus padres biológicos, en medio del desconcierto de una vida que está forzado a aceptar, plena de preguntas de huérfano, sin lograr nunca respuestas verdaderas.

No es tan fácil saber concluyentemente si estos cuatro personajes son los protagonistas de la novela o es el vacío en el que al principio se sumergen y al cabo del tiempo flotan incesantemente todos de distintas maneras. Tampoco sé si Jorge Franco concordará con esta interpretación.

Esa vida en el limbo, una intrigante noción que aprendimos del catolicismo, pero que con esta novela ya entendemos bien lo que significa, manda a los protagonistas por senderos que divergen y se enrumban por sustancias viscosas o lodosas insospechadas, todos sumergidos y mareados en el vacío del remolino en el que flotan, dice Franco o se hunden, digo yo.

Celmira, lenta pero infaliblemente, se va separando de su marido y se traslada a un barrio popular a montar un salón de belleza y a compartir con personajes pintorescos una historia que mezcla la soledad con encuentros sexuales que no hubiera buscado o no hubiera sentido tentación, si no hubiera ocurrido la tragedia en la cual desembocó su vida. De alguna manera sin propósito claro se inmiscuye en un triángulo entre discapacitados de distinto tipo, físicos y emocionales. Esos infelices recrean su vida de manera arriesgada, pero sanadora: el primero, un pintoresco personaje lleno de coraje para hacerse una buena vida, a pesar de haber perdido sus piernas en la guerra; la segunda, una prostituta más alegre y vital que cualquier mujer casada; y Celmira, a quien la vida le arrebató a su hijo pequeño y a duras penas logra soportar el ahogo que la estrangula al final de cada tarde.

En contraste, Sergio el padre biológico, más perseverante en la búsqueda, se va enredando sentimentalmente con la fiscal encargada de las pesquisas, infructuosas en este caso, de numerosos niños desaparecidos. Se trata de un reguero de niños y niñas de Colombia, arrastrados por el huracán de un país sumergido en la violencia o, al menos, es así como lo sienten muchos colombianos.

Richi, el niño desaparecido, con un nombre distinto a su nombre de pila, pero reconvertido en Anderson, el nombre que Uriel, su padre secuestrador le ha colocado. Cuando Andy entra a la adolescencia se sumerge en su cuarto en una vida de alcohol y de literatura, por lo cual, de manera curiosa e imprevista, flota, lejos de sus padres, en su propio vacío.

Buena parte de la novela se lee con el corazón en la boca, confiando que Celmira, Sergio y Richi, se reencuentren en un abrazo indestructible y reparador. Todas las demás personas a su alrededor y el público que se entera de esta separación absurda rezan porque se resuelva la situación. Los esfuerzos para encontrarlo son difundidos por la tele y por muchos otros medios. Nosotros los lectores, leemos con el pálpito de que la situación se va a resolver. Como casi nada puede ser peor que desaparecer, inclusive sus padres llegan a desear que lo encuentren muerto, y los lectores sentimos lo mismo, me atrevería de decir, sabiendo que me puedo equivocar. Pero la esperanza sólo se empieza a perder cuando el libro está bien avanzado y ya arrastramos la resignación en la mochila. Esta desesperanza endereza de nuevo la vida, tanto que hasta Celmira vuelve a casa, después de una experiencia que seguramente prefiere no contarle a su exmarido Sergio.

Uriel, el padre usurpador también llamado Kiky Boreal como nombre artístico, quien ya sabemos que es un padre amoroso y secuestrador, una improbable contradicción en los términos, una ambigüedad encarnada, igual que toda su existencia, se parte la espalda para sacar adelante a Anderson inventándole una nueva vida y deseando que Andy como lo llama cariñosamente, no tenga la vida que él ha tenido.

Cuando ya todo está agotado y definitivamente nadie sueña en encontrar a Richie, la esperanza se debilita como un pabilo en su vela y Sergio no ha cesado de trabajar como crítico literario ni de hacer el escalofriante esfuerzo de volverse novelista, temeroso de ser destrozado por una crítica despiadada que solo espera devolverle los favores que él le ha propinado a otros escritores. Pero ocurre lo impensable. Un final que no puede ser feliz, pero no es tan infeliz. No quisiera estropearle el suspenso a Jorge Franco que bien ha trabajado para que valga la pena leer su libro, por lo que invito a los lectores a llegar hasta la última página.

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Jorge Franco. El vacío en el que flotas. Penguin Random House Grupo Editorial, Bogotá, 2023.

2 comentarios en “Reseña «El vacío en el que flotas» Jorge Franco”

  1. Apreciado Germán,
    Me hablaron de esta reseña y quedo muy agradecido por la manera como analiza toda la historia, y por recomendar la lectura. Veo que la leyó con muchísimo cuidado y son muy precisas todas sus apreciaciones. De nuevo, muchas gracias.
    Jorge Franco

    1. Agradecerle por su libro. He leído hace mucho rosario y hace un tiempo el mundo de afuera. Disfruté el vacío más que los anteriores, llevaba meses decepcionándome de los finales de los libros que vengo leyendo pero curiosamente en este suyo la última página acelerò mi corazón y me conmovió mucho.
      Me ha encantado la variedad en la narración en primera persona, en tercera persona y antes no recuerdo haber visto esa figura de los capítulos en que el narrador le va hablando al personaje. Novedoso para mi.
      Gracias

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