CEPAM

Reseña
"Toá. Narraciones de caucherías"
César Uribe Piedrahita

German Alfonso Palacio Castañeda

Germán Palacio

Director CEPAM

Abogado e historiador. Doctor en Historia de Florida International University. Profesor e investigador de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Amazonia. Director del CEPAM y del Centro de Investigaciones Amazónicas, IMANI.

César Uribe Piedrahita. Toá. Narraciones de caucherías (Bogotá: Planeta, 2023)

Originalmente publicada en 1933, esta novela de Uribe Piedrahita es un hito no sólo para la novela amazónica colombiana, sino para que los colombianos conozcan mejor su historia a través de la literatura sobre un territorio tan desconocido. La novela, que denuncia la crueldad de los caucheros peruanos no deja de tener un toque nacionalista para una región que es multinacional. Lo cierto es que la disputa en torno del caucho y para controlar los trabajadores amazónicos con fuerte arraigo étnico son el contexto principal de la novela que, en todo caso incorpora una historia de amor de un funcionario ávido de aventura con una mestiza en medio de la manigua.

Esta nueva versión está precedida por un Prólogo elaborado por el joven Antonio García, quien con el tiempo se convirtió en un distinguido economista y sociólogo. García afirma, de manera arriesgada, que Uribe Piedrahita es mejor novelista que José Eustasio Rivera. Su protagonista, dice García, es una especie de Don Quijote científico, una afirmación curiosa, casi un oxímoron. En mi concepto, no es necesario realizar semejantes comparaciones competitivas. Cierto es que La Vorágine fue publicada en 1924 por lo que, en todo caso, antecedió a Toá, y vale la pena comentar que el otro año se debería conmemorar el centenario de su publicación. En todo caso, Toá es una novela que debe hacer parte de la galería de obras importantes escritas sobre la Amazonia colombiana y con un punto de vista colombiano que enfrenta a ambiciosos y despiadados peruanos. Un poco nacionalista el asunto, aunque en realidad, la disputa con los peruanos de la provincia de Loreto, aportó al imaginario nacional colombiano e incorporó la Amazonia bajo la lógica de la soberanía nacional.

Mientras que los acontecimientos de La Vorágine ocurren en parte en la Orinoquia y en parte en la Amazonia, en Vaupés y Putumayo, los de Toá tienden a ser más caqueteños: Antonio Orrantía, un médico de formación, es el protagonista. Indudablemente, tiene un toque autobiográfico. Uribe Piedrahita, después de estudiar en Harvard medicina, fue director del Instituto Nacional de Higiene, desde donde se lanzó a numerosas expediciones. Orrantía se desplazó desde Bogotá a Neiva y de allí hasta la quebrada de La Perdiz atravesando la cordillera oriental. Arranca su viaje fluvial en La Perdiz y El Hacha, rumbo al Orteguaza y a Tres Esquinas. Visita La Chorrera, el Igaraparaná, el Cahuinarí y anuncia el rumbo hacia el Japurá en Brasil, donde cambia el nombre del río Caquetá.

Orrantía aparece como un visitador con una misión oficial, educado en países civilizados y con ganas de aventura, estaba orientado a estudiar la flora fantástica y la fauna monstruosa de los ríos embrujados, nos anuncia. Su propósito incluye intereses tales como conocer las tribus, sus costumbres, lenguas, ritos y ceremonias mágicas (P. 18). Se enrumba por esos ríos disgregados en el paisaje con árboles de gomas elásticas, donde se explota tanto el caucho como a los indígenas andoques, boras y witotos, hoy dicen Muruis, donde el emporio peruano de Arana, Larrañaga e incluso Jacobo Benchimol explotan el caucho y se enfrentan a colombianos quienes tienden a ser barridos del paisaje y derrotados en el camino. A sus compañeros de viaje el doctor les parece una buena persona, pero tienen claro que con “inspectores, visitadores y poetas no se reconquista la tierra” colombiana dominada por caucheros peruanos (P. 55).

La gran aspiración de todos estos aventureros es controlar el comercio con Manaos, la más importante ciudad amazónica en medio de la selva. No sólo el viaje es incómodo, sino que olvida empacar un toldillo, artículo de primera necesidad en esas tierras ignotas, pero no existe quien venda ese instrumento clave para manejar a los zancudos y jejenes en esas inmensas soledades. Orrantía llevó muchas cosas de ciencia, pero los mosquitos se darán un banquete con esa carnecita rosada, barbirroja y paisa.

En medio de un conflicto armado y una disputa por el territorio vamos aprendiendo de plantas y etnias regadas por el paisaje. Así, empezamos a ser conscientes de cosas no tan comunes en los Andes, de donde viene la mayor parte de los colombianos: mambe, bufeos, borugas, barbasco, canangucho, caimarón, curare, charapas, churucos, yoco, fariña, guaras, jitoma, maguaré, milpesos, poira, siringa, turute, y así sucesivamente. Para los no familiarizados, afortunadamente esta versión incluye un glosario.

La hija del pastuso cauchero Cuéllar, Nina, va a convertirse en el objeto del deseo de Antonio. No sabemos si eso ocurrió así porque ella era muy buena moza o porque al doctor le atacó el “mal de vereda”. Lo cierto es que toá son dos cosas en la novela: el fuego y la mestiza Nina, una confusión probablemente prevista. En medio de disputas sangrientas los colombianos van batiéndose en retirada, pero el doctor, Nina y su gente aspirarán a llegar al Atlántico, rumbo la ciudad del delta de Amazonas, llamada Belem do Pará. Queda claro para Antonio Orrentía y todos los que vivimos cerca al río-mar, que la Amazonia es en realidad Panamazonia, una región multinacional.

César Uribe Piedrahita. Toá. Narraciones de caucherías (Bogotá: Planeta, 2023)

Reseña de Germán Palacio

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