RINCÓN LITERARIO

Reseña La Vegetariana Han Kang

Este libro de la recién laureada Premio Nóbel de Literatura 2024 se ofrece en tres actos. El primero que versa sobre el tránsito de una chica normal, casada, que pasa de omnívora a vegetariana, lo que la conduce insospechadamente a un hospital. El segundo, que describe a la convaleciente entrando a una nueva situación de afinidad intensa con plantas hasta una lasciva historia erótica con su cuñado, en una relación que, a ojos de la sociedad, bordea la demencia. El tercero, su malsana mente la conduce a luchar por encarnarse y transmutar en árbol. En conjunto, una historia bien narrada, clara, sencilla, sorprendente y cruel.

Empecemos por lo sencillo y normal. A su marido nunca le atrajo cuando la vio por primera vez (pg. 11). No era ni alta ni baja, no tenía nada sobresaliente, ni usaba colores, ni sus pasos eran rápidos ni lentos, nada tenía particularmente atractivo o repulsivo. Lo hacía sentir a sus anchas y nada le preocupaba cuando estaba con ella. Podría decirse, bajo cierto ángulo, que era una relación perfecta para él, sin motivos de conflicto. Por ejemplo, no era bonita, por lo que no le daría celos; no era particularmente competente, así que no tendría un ingreso mejor que el de él. Podía ser una esposa común y corriente y le ajustaba perfecto. Cinco años de casados logró disfrutar sin que se desgastara la relación porque al fin y al cabo nunca habían estado enamorados. Una relación perfecta. Hasta un día que le dio por volverse vegetariana, pero con obsesión, y todo cambió.

Cuando lo iban a promover en su trabajo, tuvo que llevarla a una cena con sus jefes, sus esposas y los gerentes. Y a ella le dio por comer casi nada, lo que extrañó inicialmente a las esposas de sus jefes. – ¿Quieres que echen a tu marido de la empresa? – le preguntó él, después de regresar a casa.

Tuvo que llamar a sus suegros para que tomaran cartas en el asunto porque el tema no se resolvía sino se sostenía en la dirección equivocada, según él. Y su suegro, efectivamente, se lo acabó tomando a pecho ya que ese comportamiento era un desprestigio para toda la familia y, en cierta forma, una falla de los compromisos matrimoniales.

Un día, en un esfuerzo por enderezar la situación, fueron a casa de la cuñada, en un momento en que ya se empezaba a sentir un infeliz esposo, para un almuerzo en que estaba invitada toda la familia. Después de que la hermana de la vegetariana en ciernes se dedicó a esmerase preparando todo tipo de platos suculentos, la mujer en trance no comió nada de procedencia animal, ni siquiera de lo que antes solía fascinarle. Así que el padre responsable decidió embutirle la comida, por las buenas, al principio, pero luego no tanto, es decir, trató abrirle la jeta con fuerza, pero ella luchó y luchó para no despegar los labios y se resistió, lo que generó una situación de caos familiar. Y, cuando su padre volvió a intentar, ella tomó un cuchillo y se cortó las venas y empezó a desangrarse por lo que no hubo más remedio que salir a toda velocidad, despavoridos, al hospital. Su marido, convertido en un pobre infeliz, sentía como si nunca hubiera conocido a esa mujer.

El cuñado artista, bueno para nada, según el marido de la vegetariana en ciernes, notó la marca de nacimiento porque fue quien la cargó desnuda en el hospital. La mancha mongólica que tenía en la raíz del trasero de la vegetariana atrajo terriblemente a su cuñado que pretendía ser artista, pero vivía del trabajo dedicado y sacrificado de la hermana cocinera y microempresaria.

Entretanto, el marido decepcionado decidió devolverla a su padre y se divorció sin contemplaciones. Justo al tiempo a su cuñado se le vino a la mente un proyecto artístico fabuloso, pero que rayaba con la insania. Efectivamente, con maña y sutileza, lo maquinó y nada pudo detenerlo. Después de una atrevida y mórbida relación artística tímidamente ensayada, y luego de prudentes o disimulados acercamientos, acabaron llamando la atención de la hermana sacrificada y hacendosa, lo que también alertó a las autoridades. Él sufrió escarnio público por degenerado y ella terminó en un hospital psiquiátrico, aunque no retrocedió o se desvió de su convicción que fue evolucionando cada vez más hacia un estado perfecto derivado innecesariamente de su vegetarianismo: convertirse en árbol. Su exmarido, nunca habría pensado que ella fuera especial, hasta cuando se volvió vegetariana.

Su hermana la estuvo cuidando humilde y dedicadamente, a pesar de la traición y a pesar de sus obligaciones con su negocio y con su hijo, en medio de la transmutación de humana a árbol, aunque trató por todos los medios de persuadirla y de convencerla de que no pensara de esa manera. – Pero hermana, le decía contundentemente, tu hablas y los árboles no-, a lo que la infeliz revolucionaria de la conciencia alimentaria cotidiana respondió: me falta poco, pero ya verás que lo lograré. Y trató de lograrlo parándose de cabeza en el prado a ver si le salían ramas.

Este libro, no sólo reta las profundas creencias ancestrales coreanas, las reglas calcificadamente establecidas, los extremos intolerables y crueles de la autoridad patriarcal, pero también explora un conflicto actual y futuro: nuestra búsqueda de nuevas afinidades entre los humanos y el resto de la naturaleza, en este caso, en torno a la alimentación.

Nuestra perpleja, irresponsable o desorientada respuesta, nos puede conducir a actitudes que nos colocan, en algunos casos, en el límite de nuestra comprensión y al borde de la locura. Pero también en el reto de entender el futuro de la humanidad en medio de la crisis ambiental, con su narrativa de tragedia que nos suelen pintar sus activistas, no sin su buena dosis de razón. Sin embargo, ¿esta narrativa tiene que ser siempre trágica o deberíamos reactivar el optimismo y la alegría, sobre que el mundo será mejor, o sobre que el conocimiento, la ciencia y el saber nos ayudarán, o sobre nuestras pulsiones éticas que nos permitirán corregir el rumbo y domesticar un sistema económico ávido de consumo y de ganancia sin fin?

No tenemos la respuesta, pero, en todo caso, sabemos que los humanos no somos lindos angelitos, sino una especie agresiva que, como Prometeo, desafió a los dioses y se apropió del fuego, poniendo en peligro su propia existencia y se colocó en el umbral de un castigo divino que no tendrá piedad de nosotros. Algunos lo han llamado, la némesis de la naturaleza.

En el balance, ¿qué decir de este libro de la Hang Kan? ¿Me pregunto, si será que los otros libros de la autora estarán igual de “tostados” a éste? No lo sé, porque no los he leído, pero a juzgar por éste, no le daría el premio Nóbel, pero si lo consideraría su primera cuota inicial.

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La vegetariana. Han Kang. Penguin Random House. 2024. Barcelona, Bogotá.

Reseña de: Germán Palacio. Director CEPAM. @GermnPalacio5

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