RESEÑAS ACADÉMICAS

Reseña “The Silk Roads
(Los caminos de la seda)”
Peter Frankopan

German Alfonso Palacio Castañeda

Germán Palacio

Director CEPAM

Abogado e historiador. Doctor en Historia de Florida International University. Profesor e investigador de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Amazonia. Director del CEPAM.

Medio despistado y abrumado por la aturdidoramente poblada reunión de noviembre de 2024 en Bakú, Azerbaiyán, en el marco de la COP 29 de Cambio Climático que llevaba por título “En Solidaridad por un Mundo Verde”, me escapé a un centro comercial para ver cómo en lugares distantes, la figura del mall ocupa un plano central de la organización urbana contemporánea en todas partes del mundo. Allí encontré una librería. Sin expectativas de poder entender mucho, ya que la literatura disponible era principalmente en azerí, ruso o árabe, encontré este libro en inglés que, no por casualidad, reposaba en las estanterías. Ya lo verán.

Se trata de un libro que hace historia global, pero reclama novedad en su título, al decir, “nueva historia del mundo”. Este texto nos trasmite un argumento sobre la construcción de un mundo conectado, como fue tejido a través del camino de la seda, efectivamente, real. En la medida que avanzamos en la lectura podemos entender que es también una metáfora de una historia global a través de diferentes recorridos que incluyen elementos que desbordan la seda. No sólo porque existan otras mercancías que recorren trayectos orbitales, sino porque funciona también como una metáfora de expansiones de distinta naturaleza. Así, estos caminos no sólo incluyen seda y petróleo, por ejemplo, sino también, religiones y esclavos, es decir, otras rutas de conexión global. Sin embargo, si Europa Occidental y, particularmente, Iberia, era el fin de la ruta de la seda, desde el siglo XVI empezó a ascender al centro de las nuevas rutas de la seda.

Después de contar la creación de la ruta de la sede, Frankopan trabaja las rutas religiosas, las de las pieles, las de las enfermedades, la de la expansión de los nómadas, particularmente los mongoles, la del oro, la de los esclavos, la de la plata, la de pueblos nórdicos y árabes, la de los imperios, las de las guerras, las del petróleo, las del genocidio, las de la guerra fría, la de la rivalidad de superpoderes y la de la catástrofe ambiental.

Es curioso o interesante para mí que Frankopan nos cuenta que el halo que conocemos sobre las cabezas de los personajes y santos de las imágenes cristianas, también las tenían figuras célebres de otras religiones incluidos, budistas, hindúes y zoroastras. Como impusieron la enseñanza de la religión en los colegios en nuestro país en el cambio de este siglo, una buena clase debería implicar superar el catolicismo sectario propio de nuestras aulas, incluir a los ya mencionados y también a los judíos y musulmanes y a las disidencias cristianas que se empezaron a propagar desde la Reforma del siglo XVI, al interior del cristianismo. Tampoco debería excluirse las historias de orígenes de otros pueblos incluidos los mayas y su Popul Vu, así como otros pueblos americanos y amazónicos. Por ello, esta clase debería incluir en sus capítulos finales lo que llamo la ecología política de la religión, a propósito de la crisis civilizatoria ambiental con todas sus catástrofes, incluidos incendios, huracanes, terremotos y tsunamis. Así podríamos volver a pensar los 4 elementos que nos grabaron en la memoria los griegos antiguos: fuego, agua, tierra y viento.

Se une Frankopan a otros investigadores y analistas que han cuestionado las historias eurocéntricas, ya que buena parte de esta historia global no arranca en Occidente a fines del siglo XV sino en la matriz de varios orientes, de modo que el ascenso de occidente es más reciente. Los nuevos centros no occidentales no se restringen a China, es decir, no son sólo sino céntricos, sino que tienen al cercano oriente como un lugar de mirada privilegiada, al igual que los imperios otomanos y pérsicos, lo cual tampoco sería novedad. En cambio, incluir el mar Caspio, el Mar Negro, India, las estepas asiáticas y África sorprende nuestra ignorante imaginación. Se trata de regiones que incluyen países que hoy vemos periféricos, debido a nuestra visión contemporánea américo-céntrica. Así, deberíamos incluir con mucho menos displicencia, lugares tales como Kazajistán, Uzbekistán, Kirguistán, Turkmenistán o Tayikistán. Es que “el mundo antiguo era mucho más sofisticado e interconectado de lo que algunas veces nos gusta pensar”, dice Frankopan (pg. 26).

Los caminos estudiados, no son solo lugar de tránsito de mercaderes y mercancías, sino también de guerreros, fanáticos y religiosos, peregrinos, nómadas, viajeros, aventureros y turistas, entre otros. Al principio una mercancía fue clave: la seda. Luego se tejieron conexiones de todo tipo y el descubrimiento y conquista de Abya Yala (América) fue un episodio relativamente más reciente en esta historia de larga duración. Quizás un corolario arriesgado es que el comienzo de esta historia global desborda con mucho los orígenes del capitalismo, al menos tal como nos lo enseñaron Marx y Engels.

En esta línea crítica, el capitalismo no debería ser entendido como ese sistema que se entronizó en el mundo gracias a su superioridad técnico-económica, dejando atrás el saqueo que hacía parte de la lógica de construcción de castillos inexpugnables, hoy en día romantizados, sino que requirió de un crecientemente sofisticado sistema de organización de la guerra. Y eso fue clave para la expansión de Europa Occidental. Renacimiento, Ilustración y la Edad de la Razón se imbricaron sustancialmente con violencia y militarismo desde la inauguración de la época de los grandes descubrimientos de fines del siglo XV. Y, esta expansión se sustentó bastante bien con su justificación basada en la defensa del Todopodero.

Un problema de la erudición de Frankopan es que nos hace sentir ignorantes y minúsculos al resto de mortales, particularmente a quien escribe estas líneas. Sócrates nos recomendó humildad, cuando dijo que “sólo sé que nada se”. En mi caso, no me siento más pequeño, sino más interesado y curioso. Aquellos que vivieron experiencias imperiales, siendo miembros de proyectos colonialistas, están mejor preparados que nosotros para describir, aportar y conectar al conocimiento de estas historias de rutas, senderos y conexiones globales, como el autor que comentamos. Y, nosotros, quienes vivimos experiencias de subordinación colonial, incluida la colonización de nuestra mente, armados sólo con conocimiento fragmentado, más ganas nos deberían dar entender estas fascinantes conexiones. Así, también podríamos viajar un tantito menos al estilo de turistas que miran a vuelo de pájaro, al tiempo que entendemos que el mundo es más ancho, extenso y profundo, de modo que recuperemos y valoremos nuestras historias particulares. No tanto por excepcionales, sino porque nos permiten reconstruir nuestras historias locales, sabiendo que ellas tienen conexiones secretas, graves, telúricas y también sutiles con el resto del mundo.

Para concluir, un cierto sentido de urgencia nos obliga, ahora que en enero de 2025 se posesionó el nuevo emperador de Norte América inaugurando una época en la cual quienes dominan el mundo, algunos estados, pero unos cuantos billonarios que compran a los estados, se despojan de ropajes edulcorantes. Ellos ya no requieren de esconderse en la retórica de los derechos y la democracia, por lo que están dispuestos a sepultar el “Estado Profundo”, aquello que fue fortalecido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, para contener los desmanes de los más ricos y poderosos del mundo, y que sirvió como parapeto de defensa de las clases subordinadas, pero que ha sido erosionado sistemáticamente desde la irrupción del neoliberalismo, pasada la mitad de la década de 1970.

Bogotá, 20 de enero de 2025

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