Reseña “Las manos en los bolsillos” Jaime Arracó Montoliu

Leonardo Favio escribió Las manos en los bolsillos, una canción clásica de la balada romántica latinoamericana de los años 1960s. Decimos latinomericana, más que argentina, porque se escuchó por todo el subcontinente. Se hizo famosa también en la voz de Piero. Probablemente, los jóvenes no tengan idea de ella, y Jaime Arracó tampoco. La mencionamos porque esta novela tiene el mismo nombre, pero tiene un estilo y un verbo totalmente distinto. Mientras la canción tiene un tono alegre, juvenil y despreocupado, esta novela no.

Victoria, su protagonista, es escritora y alcohólica o viceversa. Escribe su tercera novela y Jaime también. Tienen más o menos la misma edad los dos. No quiero sugerir que la novela sea autobiográfica o que su autor sea alcohólico como la protagonista de la novela, pero por lo menos, creería que conoce de cerca esta condición que aflige y divierte, en menor medida, a Victoria. 

Esta novela se despliega en primera persona y Victoria asume la voz narradora a través de la cual nos cuenta su drama de borracha matriculada en Alcohólicos Anónimos. Se trata de una historia intimista de frases cortas o cortadas por puntos seguidos, pero con párrafos largos, a veces de más de dos páginas, aunque afortunadamente sus capítulos son cortos o de lo contrario sería mucho más difícil de seguir. 

Parece también escrita como un diario porque es intimista y honesta ya que muestra todas sus contradicciones, incoherencias y propósitos frustrados. Narra su propia historia personal acompañada del alcohol que hace parte de su historia familiar. O tal vez no, si creemos que el vino y la cerveza no entran en esta categoría. Evidentemente, su padre es un maestro en la producción de vinos de una región de España que bien podría ser la Rioja. Ella recuerda y recrea su vida, los viñedos, las nieblas que a veces los acompañan, la humedad y sobretodo la tierra.

El intimismo es acompañado de lo que propusieron surrealistas y psicoanalistas de la primera parte del siglo XX que siguieron el método de la asociación libre. Así se siente la novela, como la sucesión de frases que se vienen a la mente y no se les exige coherencia ni secuencia. Victoria no bebe para pasárselo bien sino para entender lo que pasa. Ella no trabaja, ella escribe. La diferencia es importante porque el trabajo implica dolor, piensa Victoria. Quizás escribir es la forma de vivir y de salvarse.

Su matrimonio es un desastre debido a la bebida y a la infidelidad de Victoria. Pero bien analizadas las cosas, la infidelidad es lo de menos. No sabemos si compadecer a Íñigo, su marido, que no sabe si morir es mejor que padecer. Parece que la Victoria era muy hermosa físicamente, por eso recuerda sin entusiasmo que siempre le decían, cuando joven, que era dulce y femenina. Pero ella lo que quería oír era que era inteligente. 

A veces se tiene la sensación de que no pasa nada. Pero sí pasa algo: ella narra su propia vida a través de conversaciones con otros, los de su familia: su esposo Íñigo y su padre principalmente. También a veces, a través de su madre y de su abuela, pero las figuras masculinas son mucho más importantes. Y, también pasa algo sobre todo porque parte de su vida se narra con la figura que quizás le genera algo de ternura, un sentimiento extraño para ella, en general, pero que aflora con su hermano mellizo, Benjamín. Se trata de un muchacho especial, que se enamora de una menor de edad, pero que tienen que mantenerlo alejado de ella, para evitar ser llevado a un lugar de reclusión.

Al final se convierte en una historia de dos hermanos, una aparentemente exitosa y otro con problemas. Sin embargo, se tiene la sensación de que el asunto es al revés. El fracasado o retrasado, con perdón por el epíteto, es quien acaba siendo el fuerte y quien comprende mejor los dramas. Fue Benjamín quien la salvó de una sobredosis que la envió al hospital.
De hecho, ella dice que bebe para estar viva. Sin embargo, por la mayor parte de la novela, a Victoria no parece que le guste mucho la vida. No obstante, al final, cuando ella supera el trance del hospital reconoce que da gracias por estar viva, pero dice también que no lo dirá por fuera.

La novela podría ser de interés para mujeres que están atrapadas en el alcohol y otras drogas. En particular, para aquellas que están seducidas por la combinación de alcohol con cocaína. Seguramente podría interesar también a quienes estudian psicología teórica y clínica. El escritor seguramente está buscando un lenguaje por lo que la novela suena a experimental desde el punto de vista literario. Podría decir que requiere entonces un público selecto, uno que no esté tan compungido con la vida. 

A los que les guste más un sentir ligero, más ingenuo, menos profundo, como a Piero, les serviría mejor Llegando llegaste una canción que arranca con “Las manos en los bolsillos…”, y avanza diciendo así: “Me hubiera gustado verte/ Esperarte a la salida/ Preguntarte qué haces piba/ Si venís al matiné”. En cambio, a Victoria le gusta más decir: “Papá dejó que yo fuera alcohólica. Mamá me dejó. Íñigo me dejó. Preferían sufrir”. Es verdad, son dos extremos y seguramente habrá puntos intermedios, que sólo el lector sabrá escoger.